jueves, 5 de julio de 2012

The Life Of Pablo Escobar



“Dad todo el Poder al hombre más virtuoso que exista; pronto le veréis cambiar de actitud”.
Herodoto


Pablo Emilio Escobar Gaviria nació el 1 de diciembre de 1949 en El Tablazo, Vereda de Río Negro, Colombia. Desde niño mantuvo una relación casi edípica con su madre, Hermilda Gaviria, quien lo regañaba constantemente; ya adolescente, fumaba a escondidas cigarrillos de marihuana para relajarse.



Pablo Escobar Gaviria cuando era niño


Empezó su carrera criminal robando lápidas de los cementerios, regrabándolas y vendiéndolas nuevamente. Un tiempo se dedicó a robar autos en las calles de Medellín, pero pronto se involucró en el tráfico de marihuana hacia los Estados Unidos.



Fiesta familiar en casa de los Escobar Gaviria


Introducido en el negocio del tráfico de cocaína por su primo Gustavo Gaviria, la visión empresarial, la inteligencia y la ambición de Pablo Escobar lo convirtieron rápidamente en líder. Primero se desempeñó como intermediario que compraba la pasta de coca en Perú para venderla a traficantes que la llevaban a Estados Unidos.



Libros huecos: antiguo método utilizado por Escobar para enviar armas escondidas


En 1971, estuvo involucrado en el secuestro y homicidio del industrial colombiano Diego Echeverría y del capo del narcotráfico Fabio Restrepo en 1975. Para 1976, fue el responsable del asesinato de dos policías que deseaban extorsionarlo: Luis Fernando Vasco Urquijo y Jesús Hernández Patiño. También comenzó su campaña contra los ricos hacendados de Colombia, que se le oponían de alguna forma. Su lema era “Plata o Plomo”, haciendo alusión a que las cosas podían resolverse con “plata” (dinero) o con “plomo” (con balas). Jhon Jairo Velásquez Vásquez “Popeye” (sic), el lugarteniente de Pablo Escobar y su principal sicario, escribió años después sus memorias junto con la periodista Astrid Legarda, en un libro titulado El verdadero Pablo: sangre, traición y muerte, donde narra la historia del Cártel de Medellín. Le llamaban “Popeye” por dos razones: su parecido físico con el personaje de historieta y el haberse enrolado en la Marina cuando era adolescente. En ese libro, “Popeye” cuenta:

“Ante el discurso del gobierno y la presión de la sociedad antioqueña por expropiar los bienes de los narcotraficantes, Pablo Escobar decide atacar personalmente a los ricos de Colombia. Va a la finca de Fabio Echeverría Correa, presidente de una de las empresas más importantes del país (…) La finca queda en (…) una de las zonas más costosas y exclusivas. La casa, rodeada de jardines y pesebreras (…) muestra la pujanza y el dinero de los industriales. Una construcción hermosa que refleja buen gusto, no sólo en la calidad de los acabados, sino en los muebles que la visten. Escobar ordena que rodeemos la casa, con los tres carros, a prudente distancia uno del otro. Pablo se adelanta rumbo a la finca. Entramos a la mansión con nuestras armas. Todos portamos fusiles R-15 y el Patrón su ametralladora MP-5. No hay servicio de vigilancia ni cámaras. Pieza por pieza revisamos hasta el último rincón. Una mujer y dos empleadas de servicio son las únicas en ese momento. La mujer, al ser indagada por Pablo, manifiesta ser la esposa de un hijo del propietario (…) Con las manos cruzadas y apretadas contra su boca, en señal de piedad y temor, no modula palabra alguna (…) Un perezoso perro San Bernardo es sacado por Tato, casi a rastras, desde la alcoba principal. El jefe ordena sacar a las mujeres de la casa, mientras el Trompón, Mamey y Paskin aparecen con galones de gasolina. Yo, al lado de Escobar, observo todo el operativo (…) (Los otros) vigilan a las tres mujeres, quienes ya sospechan las intenciones del Capo. Pablo ordena que rocíen y esparzan la gasolina por todo el lugar, especialmente sobre los muebles, los cuadros, las paredes y la ropa de los armarios. Los tres hombres obedecen y de arriba a abajo impregnan la casa de combustible, terminando en las caballerizas (…) Pablo ordena abrir las puertas de las caballerizas para que seis hermosos caballos salgan galopando. Las tres mujeres horrorizadas se miran unas a otras y no dicen nada. Todos nos retiramos, junto con ellas. El perro no se separa de su ama. Dando una muestra de lo que se le viene al país, Escobar enciende un fósforo y lo acerca a un camino de gasolina que Paskin ha traído hasta los pies del jefe. El incendio comienza tímidamente. Pablo ordena entonces que vayamos a los vehículos. No habrían transcurrido tres minutos cuando oímos una pequeña explosión (…) Ya la casa arde con fuerza. Escobar se queda mirando en silencio durante cinco minutos las inmensas llamas. Al día siguiente, encarga a Pinina que organice la quema de El Vagón, un símbolo de la oligarquía antioqueña. Se destruyen cuatro fincas más, de empresarios reconocidos”.



Campaña colombiana contra la drogadicción


Escobar siempre fue benefactor de los pobres: les daba casa, comida y trabajo. Muchos de ellos lo protegieron de la justicia por años; muchos otros votaron por él en las elecciones; otros se convirtieron en sus sicarios. Pero a todos brindó apoyo y protección, dinero en efectivo, les construyó hospitales, escuelas y canchas deportivas, servicios de electricidad y agua potable, viviendas y fuentes de empleo, a veces sin relación alguna con el narcotráfico. Creó un barrio con trescientas casas que regaló a los habitantes del basurero de la ciudad y a los indigentes que vagaban por las calles; se llamó “Medellín sin Tugurios” y los pobladores siempre veneraron a Escobar. Hasta el día de hoy, un gran sector de la población lo extraña y hablan de él con cariño, respeto y admiración. “Muchas veces hacemos el bien sólo para poder hacer el mal impunemente”, dirían sus detractores, citando a La Rochefoucauld. Pero la opinión de la gente que por fin recibía ayuda social era otra y con el pueblo no valían aforismos, sino acciones.



Ya en la década de los setenta, se convirtió en una pieza clave para el tráfico internacional de cocaína. Asociado con Gonzalo Rodríguez Gacha, Carlos Lehder, Jorge Luis Ochoa y sus hermanos Fabio y Juan David, fundó el Cártel de Medellín. Nadie discutía nunca su asumido liderazgo en el grupo. Se adueñó de pistas, rutas, laboratorios y monopolizó el comercio ilegal desde la producción hasta el consumo. Escobar llegaría a acumular una fortuna superior a los tres mil millones de dólares y a ser el séptimo hombre más rico del mundo, según la revista Forbes. Parte de las rutas las hacía a través de Nicaragua, estando de acuerdo con Daniel Ortega y los sandinistas. Una fotografía tomada por la DEA donde aparecen Escobar, miembros del gobierno nicaragüense y un piloto estadounidense cargando cocaína en una avioneta, destapó un escándalo.



La fotografía del escándalo


El sicario “Popeye” recuerda en sus memorias:

“Las fotos de Pablo Escobar, de ‘El Mexicano’, de Federico Vaughan y de los funcionarios nicaragüenses, cargando con cocaína el avión piloteado por Barry Seal, fueron contundentes en el desarrollo de los hechos. Los sandinistas recibían de Pablo Escobar entre quinientos y mil dólares por cada kilo de cocaína, dependiendo del tamaño del embarque. Aparte de esto, cobraban doscientos dólares por el almacenamiento y custodia de cada kilo de coca. Lo que no veían era que se estaban fraguando su propia muerte política y el principio del fin de la Revolución Sandinista”.



Escobar durante una corrida de toros, recibiendo el homenaje del torero


El Cártel de Medellín de Pablo Escobar creó en 1981 el primer grupo paramilitar moderno de Colombia, llamado MAS (siglas de “Muerte A Secuestradores”), como respuesta a los secuestros y acciones guerrilleras en su contra, incluido el del padre de Pablo Escobar, que terminó cuando el capo recuperó a su padre y asesinó a todos los secuestradores, menos a uno que consiguió escapar. De acuerdo con documentos de la DEA, al MAS se vincularon también Carlos Castaño y su hermano Fidel, luego conocidos comandantes paramilitares. La fotografía de su primera ficha policial de 1976, le muestra como un joven confiado. El hombre que llegaría a ser el enemigo público número uno de Colombia y número uno de la lista de los más buscados por el FBI se retrataba ante la policía como responsable de un delito contra la salud pública: un pequeño alijo de cocaína.



El primer arresto de Escobar


Ese mismo año, Pablo se casó con María Victoria Henao Vallejos alias “Tata”, una hermosa colegiala de quince años de edad, neurótica, con tendencia a engordar y eternamente preocupada por su familia. Escobar le regalaba chocolates, discos de Raphael y de Camilo Sesto para conquistarla.



Escobar y Victoria Henao “Tata” el día de su boda


Escobar tuvo dos hijos con “Tata”: una niña llamada Manuela y un niño llamado Juan Pablo. A Manuela le apodaban “Terremoto”. Los dos eran su adoración y siempre los cuidó, veló por ellos y los protegió cuanto pudo del peligroso medio donde se desenvolvía.



Con sus hijos, Manuela y Juan Pablo



Pero el primer Escobar público es el que aparece en las fotografías de Iván Restrepo, del diario El Tiempo: los balbuceos de un candidato al Congreso en enero de 1982.




Escobar lidera una campaña denominada “Medellín sin Tugurios”, durante la que organiza actos benéficos, ochocientos partidos de fútbol y corridas de toros para cosechar votos. Es un momento dulce y el prólogo de su debut como filántropo y constructor de un barrio de viviendas sociales para cuatrocientas familias pobres, que se entregan en mayo de 1984.




Paralelamente, Escobar (a quien ya apodaban “El Patrón”) amasaba una fortuna traficando con cocaína, un producto que, está convencido, acabará vendiendo legalmente, bajo la marca “Cocaína Escobar”, cuando la droga se legalice. Escobar realizaba fiestas de disfraces: le encantaba representar a personajes violentos, sobre todo gangsters o revolucionarios zapatistas, ya que admiraba al revolucionario mexicano Emiliano Zapata.



Escobar disfrazado de Al Capone y de Emiliano Zapata



Son los años de gloria de un ecologista convencido que planta más de un millón de árboles en sus propiedades de Antioquia: según unos, por un desprendido impulso ambiental; en opinión de otros, "para que le sirvieran de protección frente a los helicópteros de la policía y le permitieran una huida rápida y segura".



Son tiempos también de extravagancias fomentadas por el flujo incesante de narcodólares. Escobar hace de la Hacienda Nápoles el epicentro de su imperio: 3,000 hectáreas de terreno boscoso, mansiones de lujo, lagos artificiales, una cancha de football donde equipos profesionales iban a practicar, una plaza de toros, helipuerto y dos pistas de aterrizaje.



La entrada a la Hacienda Nápoles



Había comprado la propiedad en 1979 por 63 millones de dólares; en los años de mayor bonanza, hacia 1983, la finca llegó a operar como un aeropuerto internacional "con tres o cuatro vuelos al día de aviones llenos de coca", como declaró “El Profe”, uno de sus amigos íntimos. Sobre la puerta de entrada, Escobar colocó la primera avioneta con la que hizo un vuelo lleno de droga hacia Estados Unidos.



En los jardines hizo construir enormes dinosaurios de tamaño natural, para que su hijo jugara con ellos. Pero el colmo de la excentricidad fue el zoológico de la hacienda, en el que reunió la mayor colección de aves en cautiverio de Colombia; también elefantes, jirafas, canguros, cebras, búfalos, gacelas, ciervos, avestruces, tortugas, ñus, venados, faisanes, hipopótamos, leones, tigres, canguros y rinocerontes. Escobar reprodujo en la Hacienda Nápoles todos los elementos de su hábitat natural. La gente podía visitar el lugar y los domingos, las familias colombianas disfrutaban con el paseo. El mismo Escobar se les unía en varias ocasiones. Uno de los canguros se hizo famoso porque jugaba al football.



Los dinosaurios en la Hacienda Nápoles



Su primo menor, Jaime Gaviria, relataría:

"Los animales fueron descargados del avión y nos dijeron que había que llevarlos al zoológico de Medellín a pasar la cuarentena. Pablo sólo dijo: 'De acuerdo, llévenselos'. Luego envió a su gente a comprar todos los patos, pollos y loros que pudieran encontrar y por la noche fuimos al zoo a rescatar los antílopes, las cacatúas, los cisnes negros europeos, el pato mandarín, los canguros, etcétera. A cambio, dejamos el producto nacional. Entonces alguien reparó en las cebras. Cierto, ¿cómo das el cambiazo a una cebra? Enseguida compramos cuatro mulos, y así, mientras las cebras verdaderas salían en un camión hacia la hacienda, alguien se quedó toda la noche pintando los jumentos, antes de que los cuidadores del zoo se despertasen".



El zoológico de la Hacienda Nápoles, visto desde lejos


La voluntad de Escobar se hacía tan patente como su violencia. "Plata o plomo"era una de sus frases favoritas; a menudo, las últimas palabras que sus víctimas oían. "Los secuestros fueron la base de todos los crímenes de Escobar en Medellín; la droga no fue el negocio más importante, sólo el más rentable. Pero él secuestraba a gente, le pedía dinero y con frecuencia la mataba igualmente",declaró años después el general Hugo Martínez.



Para comunicarse con sus hombres, utilizaba palomas mensajeras especialmente entrenadas: nadie sospechaba de los pájaros y podían llegar incluso al interior de las prisiones.



Se ganó mediante la intimidación el apoyo que lo llevaría a la Cámara de Representantes por el movimiento Alternativa Liberal, después de haber sido expulsado junto con Jairo Ortega Ramírez del Nuevo Liberalismo que había fundado Luis Carlos Galán Sarmiento. En una carta, Galán declaró: “No podemos aceptar vinculación de personas cuyas actividades estén en contradicción con nuestras tesis de restauración moral y política del país. Si usted no acepta estas condiciones, yo no puedo permitir que la lista de su movimiento tenga vinculación alguna con mi candidatura presidencial”. Alberto Santofimio Botero, quien fue Senador, se unió a Escobar y se convirtió en su principal contacto en el poder, al grado de que Santofimio lo convenció, años después, de asesinar a varios políticos prominentes, entre ellos un candidato presidencial.



Alberto Santofimio Botero


“Popeye” recuerda en sus memorias:

“Pero las recomendaciones de Alberto Santofimio Botero van más allá: pensando en sacar del camino a adversarios más fuertes, para así facilitar su acceso al poder, azuza a Escobar utilizando la frase que tantas veces repetiría en el futuro: ‘¡Mátalos, Pablo!’”



Como congresista fue invitado por el empresario español Enrique Sarasola, quien tenía negocios importantes en Medellín, a la toma de posesión de Felipe González como Jefe de Gobierno en España, en 1982.



De esta forma, en su mejor momento Pablo Escobar logró acumular gran influencia en múltiples estamentos legales, civiles, económicos, religiosos y sociales de Colombia, sobre todo en Bogotá, Antioquia y Medellín.



En abril de 1983, Escobar fue proclamado pomposamente "Robin Hood de Antioquia" por la revista Semana, la más importante del país. Por entonces, un kilo de cocaína se pagaba a 80.000 dólares en Nueva York, y algo menos (50.000) en Miami.



El aeropuerto de la hacienda y Tranquilandia, uno de los mayores talleres de procesado de pasta de coca, capaz de generar hasta veinte toneladas al mes, funcionaban a marchas forzadas. Otro era Villacoca. En sus memorias, “Popeye” habla acerca del descubrimiento de Tranquilandia por parte de la policía:

“El 8 de marzo de 1984, la policía antinarcóticos descubre dos complejos laboratorios para el procesamiento de la pasta de coca. Son Tranquilandia y Villacoca, en las selvas del Yarí, en el Departamento del Caquetá. La policía, al mando del Coronel Jaime Ramírez y bajo el control del Ministro de Justicia, Rodrigo Lara Bonilla, muestra al mundo el extraordinario descubrimiento. Las gigantescas instalaciones son la prueba del imperio de la droga en Colombia. Tienen dos pistas para los aviones, todo lo necesario para el movimiento de insumos, mucho personal, pasta de coca en abundancia y finalmente, la cocaína lista para el consumo. De allí decolaban los aviones de la mafia, con droga, hacia los Estados Unidos. Las autoridades destruyen cuarenta laboratorios más; detienen a cuarenta y cuatro personas y alrededor de 250 trabajadores huyen, selva adentro, buscando el río Yarí, llevándose consigo cerca de quince toneladas de cocaína a cuestas. Decomisan diecisiete toneladas de coca listas para su exportación. Los campamentos están dotados de televisores, licuadoras, microondas, aire acondicionado, baños con agua potable, todo alimentado con plantas eléctricas a partir de gasolina. Cinco aviones son confiscados. Las imágenes de Tranquilandia y Villacoca le dan la vuelta al mundo. El complejo fue detectado por un satélite norteamericano. Las inmensas provisiones confiscadas daban a las autoridades un estimativo de la gran cantidad de operarios que atendían los laboratorios. Un casino de pilotos acaba por descrestar al Coronel Jaime Ramírez, a su hombre de confianza el capitán Macana y a sus demás oficiales. La pasta de coca era traída de Perú y Ecuador pues, aún no se sembraban las matas de coca, en el país. Pablo Escobar y Gonzalo Rodríguez Gacha son señalados por las autoridades como los dueños de los laboratorios. Es toda una ciudadela en el corazón de la selva. Gran triunfo para el Ministro de Justicia, la policía, la DEA y el gobierno norteamericano”.



Las instalaciones de Tranquilandia



Era aficionado a los carros lujosos. Guardaba más de cuarenta autos deportivos en el estacionamiento del Edificio Mónaco en Medellín, donde vivía parte de su familia. Sus bienes raíces incluían edificios, oficinas, fincas, locales comerciales y casas. Tenía más de quinientos predios de su propiedad.



También poseía helicópteros, motocicletas, lanchas y varias avionetas para transportar la droga a través de la difícil geografía colombiana. Incluso llegó a enviarla a través de submarinos, un método innovador que pronto sería imitado por otras organizaciones delictivas.



El interior de uno de los submarinos de Pablo Escobar


Gaviria fundó la cultura del narco, que luego se extendería a varios países: la narcotectura (la arquitectura de las mansiones hiperlujosas y vulgares); la literatura del narco (que convierte a los traficantes en el centro de sus historias); el narcocine (donde películas baratas y de pésima manufactura dan cuenta de incontables balaceras y ejecuciones); el narcoarte (pinturas y esculturas destinadas a ellos o que los retratan); y la narcomúsica (canciones que cuentan sus andanzas, amores, vidas y muertes).



El Narcoarte


Gaviria también sentó las bases que después utilizarían los narcotraficantes de casi todo el mundo. Los cárteles de la droga que surgieron después de él en países como México, Venezuela, Estados Unidos y Colombia, usaron sus métodos y aprendieron sus tácticas de quien fuera el gran innovador. Fue Escobar quien comenzó a ejecutar a los traficantes traidores o rivales, él quien cortó las primeras cabezas y las envió a las autoridades, él quien retomó un viejo método de ejecución de los cincuenta, llamado “La Corbata Colombiana”, una tortura mediante la cual a la víctima se le abría la garganta y se le sacaba la lengua por el orificio, estirándola para que le colgara sobre el cuello.



Escobar envolvió los cadáveres en bolsas de plástico, dio tiros de gracia, ejecutó a docenas simultáneamente y los tiró en parajes y basureros. En Colombia, las autoridades colocaban letreros donde se pedía a la gente que no arrojara los cadáveres en ciertos lugares como los basureros, como si se tratase de algo normal. Pero la cotidianeidad del horror había empujado a los colombianos a ello. “Popeye” narra en sus memorias:

“En la ciudad, un sitio es famoso por la cantidad de cadáveres que la mafia deja allí: ‘La Cola del Zorro’ Es una estrecha ruta entre la transversal superior del poblado y la vía a Las Palmas, un atajo para cruzar prontamente al Oriente Antioqueño. Por su disposición, muy empinado y poco frecuentado, el paso permite advertir, desde lejos, cuando un vehículo sube. Su serpenteante trazado le da el nombre (…) Las autoridades montan vigilancia por temporadas y después la olvidan; ahí mismo vuelven los cadáveres. La policía, cuando hace sus trabajos sucios, también deja en el sitio los cuerpos para que sea culpada la mafia. Es tal la frecuencia con que esto sucede, que los vecinos de la zona han llegado al extremo de colocar letreros que dicen: ‘Prohibido tirar cadáveres aquí’…”



Escobar infiltró a todas las agencias de justicia, colocó a sus agentes, compró funcionarios y políticos, sobornó autoridades, corrompió a militares, pactó con empresarios. Escobar creó el concepto moderno del narcotraficante. Armó a sus ejércitos con los equipos más modernos, puso de moda el uso de las AK-47 y los fusiles automáticos, llevó la guerra a las calles. Se adueñó de un país y de muchas regiones en el extranjero. Durante muchos años, Pablo Escobar Gaviria fue el rey.



Pero faltaba un elemento y pronto llegaría a sus manos. En sus memorias, su lugarteniente “Popeye” recuerda un evento que cambiaría la historia de Escobar y sobre todo, la de Colombia:

“‘El Negro’ le cuenta a Escobar que cuando estuvo preso en los Estados Unidos, conoció a un experto en explosivos (llamado Miguel), integrante de la ETA, el grupo terrorista del País Vasco en España. A Escobar se le prende el bombillo y pregunta si lo pueden ubicar. Pabón le pide dos días para indagar por él, con un amigo que tienen en común. ‘El Negro’ Pabón se pone de lleno a buscar al experto en explosivos. En diez días lo ubica, vía telefónica. Le envía diez mil dólares a España; en quince días está en el apartamento del ‘Negro’ en Medellín. Pablo se encuentra en la Hacienda Nápoles (…) ‘El Negro’ llega a la Hacienda, por vía terrestre, con Miguel. Lo lleva al comedor, le ordena un refresco y va por Escobar a su habitación. ‘El Patrón’ no lo hace esperar y baja, frotándose las manos como quien quiere conocer a una estrella de cine. Miguel, el terrorista de ETA, ve venir al ‘Patrón’ con ‘El Negro’ y se levanta de su asiento igualmente emocionado: ‘Hombre, Pablo, que gusto conocerte’, dice el terrorista con su acento español. Se dan la mano. En ese apretón de manos está sellada la más sangrienta guerra de la historia del país. La llegada a Colombia del terrorismo indiscriminado. El destino permite una alianza tenebrosa. Un experto dinamitero con mente de terrorista y Pablo Escobar Gaviria, un narcotraficante sin escrúpulos. Cuando sueltan sus manos, ya la suerte está echada para miles de colombianos (…) La reunión se prolonga por tres horas; Escobar llama a Pinina; le pide un hombre inteligente y despierto para que tome un curso con Miguel y aprenda la técnica de los carros bomba, activados tanto a control remoto como por mecha lenta. ‘Tengo el hombre preciso, es un familiar mío que estudia Ingeniería Electrónica en la Universidad de Antioquia’, le responde. Se le asigna a Pinina la responsabilidad de mover a Miguel y de conseguirle todo lo que necesite, incluso la dinamita. El destino no juega, está escribiendo el temible libreto. Miguel es hospedado en una de las fincas de Pablo Escobar, con todo tipo de comodidades. El terrorista es ordenado, meticuloso y muy profesional. Nada de drogas, mujeres, ni de bebidas. Actúa como un científico”.



Es entonces cuando comienza realmente la historia negra de Escobar. El periodista Guillermo Cano, dueño y editor del diario El Espectador, se atrevió a abrir el debate sobre el origen real de sus bienes, mientras subrayaba el negativo impacto que las actividades del narcotráfico tenían para la imagen de Colombia, a la sazón primer país productor de cocaína en el mundo. Los acontecimientos se precipitaron. A raíz de las investigaciones del periódico, el debate sobre el dinero del narcotráfico llegó al Parlamento.



El periodista Guillermo Cano



A principios de agosto de 1983, Rodrigo Lara Bonilla, Ministro de Justicia, demostró que la fortuna de Escobar no era tan limpia; el 25 del mismo mes, El Espectador secundó la denuncia mostrando por vez primera su ficha policial de 1976.




Pese a que Escobar ordenó a sus hombres que recorrieran la ciudad "y compraran todos los diarios disponibles", la noticia le costó un tirón de orejas precedido por una imprecación enérgica de parte de su madre: "¡Pablo! ¡Levántate! ¡Tengo que hablar contigo!", le dijo su madre. Ella no sabía de su detención. La opinión materna pesaba como ninguna otra en Escobar y nunca perdonaría al periódico por aquella humillación ante su progenitora.



Hermilda Gaviria, la madre de Pablo Escobar


La factura se pagó poco después. El respetado periodista Guillermo Cano, dueño del periódico, fue asesinado poco después. Era apenas el inicio. La afrenta a Escobar acabó volviéndose contra el Estado.



Los colegios de pago se negaban a escolarizar a sus hijos, los clubes sociales no le aceptaban como miembro. Esa marginación de las clases altas colombianas encendió su furia.



La masacre de Pablo Escobar, pintura de Fernando Botero


La maquinaria de Escobar producía entre cuatro mil y cinco mil kilos de cocaína al mes. Cada vez que un cargamento de cocaína entraba a Estados Unidos, se lanzaban al aire fuegos artificiales; los traficantes decían que habían “coronado”. Al mismo tiempo, Medellín se convirtió en la ciudad más violenta del mundo: hubo 1,698 asesinatos en 1985 y 3,500 al año siguiente.



Los narcos se disparaban en la calle, frente a todos, a cualquier hora. Nadie se metía. Años después, el escritor Fernando Vallejo retrataría esta realidad en su novela La virgen de los sicarios, la cual sería llevada al cine. Otra historia enmarcada en esa etapa fue Rosario Tijeras, novela de Jorge Franco, también adaptada al cine, supuestamente basada en la historia de una de las amantes de Escobar.



El 30 de abril de 1984 cayó el Ministro de Justicia, Rodrigo Lara Bonilla. Fue acribillado en plano día. Esto indignó al Poder Legislativo; arreciaron los movimientos legales para acelerar la extradición de narcos a Estados Unidos. “Popeye”, lugarteniente de Pablo Escobar, recuerda el hecho en sus memorias:

“Pablo Escobar ‘El Patrón’ se mueve en la clandestinidad, pero no se oculta. Desde su retiro, trata de subsanar el grave error cometido al incursionar el peligroso campo de la política, pero ello no detiene la incesante persecución del Ministro. Escobar, ya en su terreno, manda a Pinina, Chopo y Oto a hacerle inteligencia al Ministro en la Capital de la República. El grupo Escobar en Bogotá ubica la rutina del mismo y su escolta. Lara Bonilla nunca imagina que Pablo Escobar lo atacaría tan pronto. De todas formas, sabe que Escobar es un enemigo muy peligroso y busca refugio en los Estados Unidos, pero para el mes de mayo. ‘El Patrón’ asimila el golpe de Tranquilandia y en ese momento se decide y sentencia: ‘Hay que matar al Ministro’. Sabe que puede ser peor el remedio que la enfermedad, pero se la juega toda y va de frente. El comando de Pablo idea varias formas de ejecutar a Lara Bonilla. Una de ellas es dispararle ráfagas de fusil, desde una ambulancia. Pinina va a su barrio, Campo Valdés y contrata a Byron Velásquez apodado Quesito y a Iván Daría Guisado. El primero es un hombre diestro en el manejo de motocicletas y el segundo, un consumado asesino. Con una moto Yamaha sin pasado y una ametralladora Atlanta calibre 45, junto con Pinina, viajan a la ciudad de Bogotá, Chopo, Oto y la Yuca; optan por ametrallar al Ministro en el desplazamiento desde su casa al Ministerio de Justicia. Esta vez Lara Bonilla está en el terreno de Pablo Escobar Gaviria: las calles. La gente de Escobar termina la inteligencia y se repliega en la ciudad; le dejan el operativo a Byron e Iván Daría Guisado. El Ministro es celosamente custodiado por el DAS, pero su carro oficial no está blindado; allí encuentran su talón de Aquiles. La falla en su seguridad ya había sido detectada por Pinina y los demás. El Jefe espera el desenlace del operativo en la Hacienda Nápoles, bajo la seguridad de sus hombres. Su paraíso, que le servía para divertirse, ahora lo utiliza para ocultarse. En abril de 1984, la historia del país se rompe en dos: desplazándose en un automóvil oficial Mercedes Benz, por la Avenida 127 al norte de Bogotá, la mano de Pablo Escobar alcanza al Ministro de Justicia Rodrigo Lara Bonilla. Una ráfaga de ametralladora depositada en su humanidad por Iván Darío, pone fin a la disputa entre el Ministro y Pablo Escobar; pero inicia gran baño de sangre en el país”.



Rodrigo Lara Bonilla, Ministro de Justicia, poco antes de su asesinato



Se creó entonces un grupo clandestino que se haría famoso en el mundo entero: “Los Extraditables”, formado por todos aquellos narcotraficantes susceptibles de ser entregados a la justicia estadounidense. “Preferimos una tumba en Colombia, que una celda en los Estados Unidos”, afirmaban. La mayoría eran miembros del Cártel de Medellín. El objetivo de “Los Extraditables” era influir en la sociedad y en los estamentos jurídicos y legislativos del estado para que no existiese tratado de extradición con los Estados Unidos. Inicialmente el grupo se dedicó a publicar avisos de prensa en donde defendían su posición, así como a influir en partidos políticos para que defendieran sus tesis.



Parte de las actividades de “Los Extraditables” era secuestrar a políticos o empresarios que tuvieran que ver con los procesos de extradición. Uno de ellos fue Andrés Pastrana, hijo de un ex presidente de Colombia y quien contendía por la Alcaldía de Bogotá. En sus memorias, “Popeye” recuerda ese evento:

“(Miré a Andrés Pastrana tras su secuestro y le dije): ‘Soy Jhon Jairo Velásquez Vásquez, alias ‘Popeye’, jefe de un comando de Los Extraditables; usted va para la ciudad de Medellín’. Andrés Pastrana cae sentado en la cama y se toma la cara con las dos manos, totalmente descompuesto. Se va a desmayar. El niño consentido de la oligarquía, a quien están preparando para ser un día Presidente de Colombia, totalmente entregado. En un ataque de histeria, empieza a gritar llorando corno un bebé: ‘¡Me van a matar, me van a matar!’ Le digo al pobre proyecto de hombre cuya vida está en mis manos: ‘Me doy cuenta que las fuerzas lo abandonan. Ahí comprendo que la oligarquía es cobarde, por eso no mandan a sus niños a hacer el servicio militar, ni sirven para sicarios. Para eso tienen a los agentes del DAS’”.



Andrés Pastrana


“Tomo del brazo al afligido candidato y lo llevo al helicóptero. Con señas me saludo con el piloto. Nos dirigimos rumbo a la ciudad de Medellín. La lágrimas de Andrés Pastrana son tantas que empapan toda la funda de la almohada (…) Inquiere el por qué es secuestrado por Los Extraditables, ya que nunca ha dicho o hecho nada contra ellos (…) Del susto se le olvida que él fue presentador del noticiero TV Hoy, propiedad de su familia y en más de una ocasión, enfiló sus baterías contra el grupo. No tiene la hombría de reconocerlo…”



Otro hecho muy grave es el asesinato del Procurador Hoyos. Tras secuestrarlo, lo llevan a una casa de seguridad. En sus memorias, “Popeye” recuerda:

“Logro pasar dos retenes, uno del ejército y otro de la policía (…) Le insisto a un sargento que me van a despedir de mi trabajo y lo convenzo. Éste me deja seguir, no sabe que voy con la misión de matar al Procurador. Entro al escondite tranquilo (…) El sobrevuelo de los helicópteros oficiales complica más la situación. Sacamos al secuestrado del cuarto (…) ‘Procurador, esto es más complicado de lo que parece. A usted lo ha secuestrado un comando de Los Extraditables y será ejecutado por el delito de traición a la patria’, le digo mirándolo a los ojos. ‘¿A quién diablos traicioné yo?’, dice el político, abandonando sus modales y su compostura. ‘Traiciona sus orígenes, traiciona a su gente, traiciona a su país y se traiciona usted, al avalar las extradiciones y perseguir jurídicamente a Pablo Escobar Gaviria...’ Bruscamente me interrumpe y me pide a gritos que le llame a Escobar, para hablarle (…) Nos vamos junto con el Procurador a una cañada que hay a diez minutos del escondite. El Procurador, con una actitud digna, permanece en silencio, sin implorar por su vida (…) (El sicario) dispara una vez sobre la cabeza del Procurador Hoyos; éste cae sin quejarse (…) mira a la montaña donde están los soldados, le dispara de nuevo, en dos ocasiones”.



Escobar con su familia


Ante el panorama sombrío, Escobar decidió entonces dar otro paso. Antes de su muerte en agosto de 1984, Iván Marino Ospina, comandante del grupo guerrillero colombiano M-19, le comentó a Pablo Escobar que el M-19 tenía la intención de tomar el Palacio de Justicia para juzgar al presidente y llevarse a los magistrados a otro país. La ilegalidad en la que se movían había permitido que ambos hombres se relacionaran. A Escobar le encantó la idea y vio en ello la oportunidad de tomar venganza y hacer sentir su poder al estado colombiano. Les prestó a los guerrilleros la pista de la hacienda Nápoles para que importaran de Nicaragua los fusiles y el explosivo C-4 que utilizarían. Les dio además dinero: cinco millones de dólares. En sus memorias, el sicario “Popeye” menciona:

"Recuerdo claramente aquel día. Después de pedir una entrevista con el Patrón, los líderes del M-19, Iván Marino Ospina y Álvaro Fayad, llegaron a la Hacienda Nápoles. En la larga reunión llevada a cabo allí, le cuentan el ambicioso proyecto que tienen en mente: atacar el Palacio de Justicia. Le dicen que quieren montar un espectacular operativo, frente a los medios de comunicación del mundo, en plena Plaza de Bolívar, para denunciar al presidente de Colombia, Belisario Betancur, por haber incumplido y traicionado un cese del fuego y un diálogo pactado con la insurgencia. ‘Belisario nos está tomando el pelo’, le dice Iván Marino al Patrón, y él le contesta: ‘No, no les está tomando el pelo, es que en este país, los militares son dueños del presidente de turno y éstos no están dispuestos a seguir apoyando el proceso de paz’. ‘Si no hacemos estas cosas, Pablo, no seríamos fuertes negociadores en la mesa de diálogo’. El Patrón les pide que le cuenten los detalles del operativo; de inmediato, Álvaro Fayad le empieza a explicar con no poco entusiasmo: ‘La operación la vamos a bautizar Antonio Nariño, por los Derechos del Hombre; contamos con cerca de cincuenta efectivos. Veintiocho guerrilleros que ingresarán por el sótano, donde ya tenemos un infiltrado quien nos abrirá la puerta. Previamente seis compañeros estarán dentro del Palacio, haciéndose pasar por abogados, y en la parte exterior tendremos diez compañeros atentos con la inteligencia y listos para apoyarnos’. Después de varias horas de discutir sobre el operativo, Pablo Escobar se pone de pie y les pregunta: ‘Bueno, muy bien, todo suena perfecto y ¿qué necesitan de mí?’ ‘Pablo, pretendemos tu financiamiento de toda la operación; a ti te conviene por lo de la extradición, por eso te buscamos’, le dice Iván Marino Ospina. ‘Estimamos necesario un millón de dólares; es preciso traer fusiles de Nicaragua y explosivos C-4’, complementa Álvaro Fayad. Pablo se queda pensativo y les dice: ‘Yo les presto un avión que puede aterrizar en la Hacienda Nápoles y así pueden ser trasladadas las armas y los explosivos’. ‘¡Gracias Pablo!’, le contestan ambos en coro, entusiasmados. ‘Pero les voy a proponer un negocio más interesante para ustedes. Debemos aprovechar esa entrada al Palacio para darle un golpe fuerte a la extradición. Les voy a entregar dos millones de dólares, pero va a haber cinco más esperándolos cuando hayan terminado el operativo. Dos de mis hombres irán con ustedes con la misión de quemar los expedientes de todos aquellos que van a ser extraditados de Colombia hacia Estados Unidos y de asesinar a Reyes Echandía, Medellín Forero, Medina Moyano y Patiño Roselli, por traidores a la patria’. Los dos hombres se miran e Iván Ospina dice: ‘No, no nos parece muy buena idea que vayan personas diferentes al comando, ya que nuestros hombres llevan varios meses entrenándose para el operativo y sería demasiado riesgoso para el éxito de la misión’. ‘Bien, entonces ustedes se hacen cargo de que se cumpla este objetivo’. Al Jefe le seduce la idea de ayudar al grupo guerrillero, para con ello, de paso, atacar el núcleo de la justicia colombiana con la que está enfrentado. Pablo necesita eliminar a todos aquellos jueces quienes, con su fallo, aprueban la extradición; por eso ha mandado a asesinar, antes que a los demás, al magistrado responsable de la aprobación de la extradición”.



Mientras los guerrilleros preparaban el asalto, los magistrados de la Corte Suprema de Justicia (CSJ) sentían los embates de los narcotraficantes. El 20 de septiembre de 1985 hubo una reunión en el Club Militar entre cinco funcionarios del gobierno y cinco magistrados de la Corte, presididos por Alfonso Reyes Echandía. El objetivo del encuentro era discutir las medidas de protección que se iban a tomar para resguardar a los cuatro magistrados de la Sala Constitucional de la Corte: Manuel Gaona Cruz, Carlos Medellín Forero, Ricardo Medina Moyano y Alfonso Patiño Roselli. Estos tenían a su cargo el tema de la extradición de los narcos, por cuenta de la cual los dos últimos ya habían recibido amenazas de muerte.



Alfonso Reyes Echandía, Presidente de la Corte


En ese encuentro se determinó que la policía hiciera un estudio de seguridad del Palacio de Justicia, el cual se llevó a cabo entre el 27 de septiembre y el 15 de octubre de ese año. Los resultados del mismo se presentaron en un Consejo de Gobierno el 17 de octubre. El día anterior, el Comando General de las Fuerzas Militares recibió un anónimo en el que se denunciaba que el M-19 iba a tratar de tomar el Palacio el día 17 de octubre. La ubicación del Palacio era estratégica: quedaba a 250 metros del Palacio de Nariño, la casa Presidencial. También se encontraba muy cerca del Capitolio Nacional, sede del Poder Legislativo.



En previsión de cualquier eventualidad entre el 17 de octubre y el 1 de noviembre, la seguridad del Palacio de Justicia fue reforzada con un oficial, un suboficial y veinte agentes de la policía. Ese día terminó la custodia especial por petición del presidente de la Corte, Alfonso Reyes Echandía, quien, según un oficio de la policía, solicitó su retiro por su "espíritu civilista" y "por las continuas quejas que recibía por parte de los abogados litigantes y miembros de la Corte Suprema y del Consejo de Estado, quienes veían con extrañeza y por demás perjudicial las medidas extremas que se estaban tomando en el Palacio de la Corte".



El 6 de noviembre de 1985, los guerrilleros patrocinados por Escobar atacaron el Palacio de Justicia. A las 11:30 de la mañana comenzó el tiroteo en las inmediaciones de la Plaza de Bolívar. Veintiocho guerrilleros del M-19 irrumpieron por el sótano en tres vehículos. En la incursión asesinaron al administrador del edificio y a dos celadores. Adentro los esperaban siete compañeros más.



El ataque al Palacio de Justicia



Afuera se quedó otro grupo, con igual número de guerrilleros, que no alcanzó a llegar a tiempo. Así comenzó la “Operación Antonio Nariño por los Derechos del Hombre”, la acción armada por medio de la cual el M-19 pretendía juzgar al entonces presidente Belisario Betancur por haber traicionado el acuerdo de cese al fuego que había sido firmado por ambas partes el 24 de agosto de 1984.




Casi en el mismo instante en que los guerrilleros del M-19 irrumpieron, comenzó la reacción de las Fuerzas Armadas. El subteniente de la policía José Rómulo Fonseca intentó ingresar por el sótano a repeler el asalto y fue herido de muerte. A las 12:30 horas, una hora después del inicio de la toma, treinta y cinco guerrilleros controlaban el Palacio y tenían a trescientas personas como rehenes.




Afuera el Ejército había establecido un perímetro de seguridad, dos vehículos Cascabel habían ingresado al patio interior del edificio y tres helicópteros de la policía con miembros del Grupo de Operaciones Especiales habían intentado aterrizar en el techo. Uno de los helicópteros hizo vuelos rasantes y algunas descargas, luego de lo cual se levantó una densa columna de humo.



A las 13:30 horas, las tropas evacuaron a 138 personas y, según el testimonio que rindió el general Miguel Vega Uribe, ministro de Defensa de entonces, en ese momento los guerrilleros le prendieron fuego a los archivos. Cuando los periodistas lograron contactar en medio de la toma a Luis Otero, el comandante del M-19 que dirigió el operativo y le preguntaron por este hecho, les respondió:"Nosotros no los hemos quemado, no tenemos ningún interés en destruirlos". Por supuesto, no era verdad: a Escobar le interesaba que todos los archivos sobre el narco fueran destruidos. Se quemaron allí seis mil expedientes.



En la conflagración y a causa de los incendios y el fuego de artillería, la temperatura alcanzó los 3.500 grados centígrados. Durante el asalto murieron los cuatro magistrados de la sala constitucional y Echandía, quien había sido uno de los redactores del Código Penal de 1980 que autorizaba la extradición.



El combate por el Palacio fue una debacle para los guerrilleros y una victoria pírrica para las Fuerzas Armadas. Para los intelectuales de izquierda el asalto del Palacio significó el entierro de la guerrilla como proyecto histórico.



El asalto condujo a un Golpe de Estado técnico. Con el presidente Betancur inmovilizado en forma tácita, las Fuerzas Armadas atacaron impulsivamente con todos los medios a su disposición y con la mayor rapidez. Esto permitió que 215 personas salieran vivas del Palacio de Justicia. Sin embargo, esa misma celeridad no permitió elaborar un plan de rescate quirúrgico que hubiera salvado la vida de once de los veinticuatro magistrados de la Corte Suprema de Justicia que perecieron en el combate.



Reyes Echandía, Presidente de la Corte, imploró a través de los medios: "No he podido comunicarme con el Presidente. Si siguen disparando nos van a matar". En la refriega se sacrificó al Poder Judicial. La lluvia de plomo y la tormenta de fuego que se desató aceleraron el proceso de desinstitucionalización de Colombia. La investigación sobre los hechos del Palacio de Justicia llenó 100.000 folios y aun así quedaron muchas preguntas sin respuesta.



Sobre las ruinas humeantes del Palacio incinerado se levantó tiempo después una nueva mole para la justicia, que sepultó bajo concreto, mármol italiano y vidrios blindados todos los fantasmas del pasado. En sus Memorias, “Popeye” rememora la actitud de Escobar mientras todo ocurría:

“El ejército combate por veintiocho horas, eliminando a los guerrilleros; veintiocho horas de felicidad para el capo de capos, observando, como un niño emocionado, por televisión, en vivo y en directo, la culminación del plan urdido por el M-19 y financiado por él. No sólo consigue desaparecer los expedientes por la quema, también evita el tener que cazar en la calle, a los firmantes de las extradiciones, quienes mueren incinerados y con una bala en su cerebro. El periódico El Espectador denuncia la mano de Escobar en la toma del Palacio; don Guillermo Cano vigila con lupa los hechos que tienen el sello del 'Patrón' y los denuncia sin ningún escudo”.



El nuevo Palacio de Justicia


La acción costó la vida al presidente del Tribunal Supremo y a once de sus jueces. Casi un centenar de colombianos murieron durante las 28 horas que duró el combate por el Palacio. Después del asalto, la extradición quedó herida de muerte y un año después, la nueva Corte Suprema de Justicia la declaró inaplicable por un vicio de procedimiento. Escobar había logrado su objetivo. Después de esto, el presidente Betancur ya no tenía margen de maniobra. Se había jugado todo por la paz sin ningún resultado. No le quedaba más alternativa que la guerra.



El presidente Belisario Betancur


El asesinato de jueces se convirtió en una sangría. Combinado con el secuestro, acabó capturando a la nación entera. “Popeye”, el único lugarteniente de Escobar que quedaría con vida, afirmó en una entrevista: "Un tipo con un puñado de hombres como nosotros, en siete años puso al país de rodillas".



El siguiente objetivo de Escobar fue el periódico El Espectador. Tras asesinar poco antes a su dueño, destruyó la redacción del diario con una bomba de cien kilos de explosivos. Escobar no había perdonado el mal rato que el diario le había hecho pasar ante su madre el día que publicaron su ficha policial.



El magnicidio de Luis Carlos Galán, candidato presidencial en las elecciones de 1990, fue otra vuelta de tuerca en su carrera criminal y un peldaño más en el descenso a los infiernos de Colombia. Galán luchaba contra el narco. De llegar al poder, hubiera combatido a Escobar como ningún otro. Fue el senador Alberto Santofimio quien dijo solamente dos palabras: “¡Mátalo, Pablo!”, sellando de esa forma el destino del candidato y hundiendo a Colombia en una de las mayores crisis políticas de su historia.



Luis Carlos Galán


“Popeye”, lugarteniente y sicario de Escobar, narra en sus memorias:

“El 18 de agosto de 1989 es un día decisivo para la mafia, para el candidato Luis Carlos Galán y para el Coronel Waldemar Franklin Quintero. Todo día comienza con la muerte a balazos del Coronel (…) Lo cazan antes de llegar al comando. Treinta balazos dan fin a la vida del policía que le sirvió treinta y cuatro años a la nación. Sólo va acompañado de su chofer (…) Como resultado de los exhaustivos trabajos de inteligencia, todos sabemos que el candidato asistirá a una manifestación en Cundinamarca; allí lo espera el poder de la mafia y la muerte (…) ‘El Mexicano’ se camufla entre los seguidores del Presidente de la República, Virgilio Barco Vargas (…) Luis Carlos Galán, enterado de la muerte del Coronel de la Policía, seguro abrirá su discurso en Soacha atacando a Pablo Escobar y dándole el tinte de héroe al oficial ajusticiado. A las 20:30 horas, Luis Carlos Galán llega a la plaza. Sus copartidarios gritan vivas; todo es una fiesta, pancartas, pasacalles, banderas; el triunfo es un hecho. Lo llevan a la tarima sus seguidores, acompañados de la numerosa escolta del DAS. Saludando, Galán va con su puño en alto y, apenas subiendo los escalones de la tarima, antes de iniciar su enardecido discurso, la ametralladora escupe su mortal carga. Es una ráfaga tabletea y Galán cae mortalmente herido. Las cámaras de los noticieros registran la dramática escena. Se escuchan tiros a lo lejos, cae herido un escolta (…) La confusión es total. Galán es sacado de urgencia al hospital más cercano.



El asesinato del candidato Luis Carlos Galán durante un mitin político



“Yo estaba con Pablo en su escondite (…) Escobar es un león enjaulado. Oye las noticias en un pequeño radio Sony. Está muy nervioso; nunca lo había visto así. Las noticias dicen que Galán se encuentra herido y solicitan sangre para él. Esto es una mala señal. Pablo dice: ‘Tenemos que estar muy atentos porque si este hombre sobrevive, nunca más podremos volver a acercárnosle’. Pero Galán se ha desangrado en el camino al hospital; los intentos de los médicos por revivirlo han sido en vano (…) Pablo apagó el radio, llamó a quien manejaba el teléfono de seguridad y le ordenó que estuviera alerta. Se sentó en la banca que daba hacia el río y allí se quedó solo, pensativo (…) A las dos horas se reunió con nosotros; estaba contento, dijo; Que era un gran día para la mafia, que la organización de Los Extraditables se hallaba fortalecida, que ya lo fácil había pasado, que lo duro estaba por venir (…) La noticia paraliza al país, las fuerzas militares entran en alarma de primer grado. El Presidente va a los medios acompañando de su gabinete y, desencajado, promete destruir a la mafia. Pero Los Extraditables también están presente (…) El mundo entero se solidariza (…) El país llora a su líder (…) La Policía, el Ejército, la Infantería de Marina, el DAS, la DEA, todos contra la mafia. Miles de allanamientos, arrestos, decomisos, se dan contra la organización delictiva”.




"La muerte que más afectó al país fue la del candidato Galán. Su asesinato cambió el curso de la historia de Colombia", afirmó “Popeye”. El hecho acontecido ese viernes cambió la noción que el país tenía de los narcos.




Colombia era un lugar donde nadie podía vivir tranquilo; ya no se trataba solamente de las guerras entre cárteles, sino del terrorismo que mataba civiles. En la investigación del asesinato de Galán, Gilberto Orejuela, uno de los más acerbos enemigos del líder del Cártel de Medellín, dijo a la policía: "Pablo Escobar es un psicópata que sufre de megalomanía". Eso se reflejó inclusive en su ofrecimiento, a Belisario Betancur y a Virgilio Barco, de pagar de su bolsillo la deuda externa colombiana; algo que según la leyenda años después otro narcotraficante, Rafael Caro Quintero, repetiría en México.



En su vida íntima, Escobar amaba a su esposa, a quien llamaba cariñosamente “Tata”. Abundaban las historias sobre el final amargo de algunas de las amantes de Pablo Escobar, aspirantes a concursos de belleza o estrellas de televisión de poca monta, algunas de las cuales le preguntaron: "¿Tata o yo?". Pablo contestó rudamente a una amante llamada Sofía: "Tata, porque tú me conoces desde hace dos días, pero ella ha estado a mi lado en lo bueno y en lo malo".



Pablo Escobar con su esposa “Tata”


Otra chica, llamada Wendy Chavarriaga, corrió peor suerte. El testimonio de “Popeye” es sobrecogedor: "Se quedó embarazada de Pablo, pese a que él le había dicho que tomara precauciones. Pero ella no lo hizo porque era una calculadora que quería una parte del botín. Cuando estaba encinta, Pablo le mandó a cuatro de sus hombres con un médico y éste le arrancó el niño. Lo sé porque después tuve que ejecutarla".



Escobar le enviaba a Tata montones de rosas amarillas. "Lo suyo fue una eterna historia de amor, una historia hermosísima. Uno de los líderes de esta terrible organización criminal tenía también un extraordinario lado humano", añade “Popeye”.



Otras amantes suyas fueron actrices de cine o televisión, modelos hermosísimas e incluso Elsy Sofía, quien fue Señorita Medellín. También una ganadora de Miss Colombia. Pero la única amante que tuvo algún peso en su vida fue Virginia Vallejo, conductora de televisión y una de las mujeres más hermosas de Colombia. Ex modelo, había aparecido en la portada de muchas revistas, entre ellas Cosmopolitan.



Con Virginia Vallejo, su amante




Virginia y Escobar vivieron una pasión enorme y prolongada, que duró hasta después de que el narcotraficante había convertido Colombia en un matadero. Con el tiempo, Virginia publicaría sus memorias al lado del capo.



Dedicatorias autógrafas de Pablo Escobar a Virginia Vallejo



La persecución de Escobar llevó a la desesperación al gobierno, que comenzó a perseguir a todos en una cacería de brujas que desangró aún más al país. El sicario “Popeye” recuerda en sus memorias:

“Llega a la ciudad el temible Bloque de Búsqueda, un grupo de agentes especiales de la policía, con el único objetivo de perseguir a Pablo Escobar y a sus hombres; usará las tácticas de la tortura y el ajusticiamiento para, de esta forma, destruir al Cártel de Medellín (…) Son más de quinientos efectivos. Vienen acompañados por la DIJIN, al mando del Mayor de la Policía, Riaño, un oficial inhumano (…) Este grupo de veinte hombres es la punta de lanza del Bloque de Búsqueda. Son llamados ‘Los Rojos’ por sanguinarios y crueles (…) Siempre operan de civil (…) El General de la Policía, cuando es cuestionado por los periodistas de RCN sobre los procedimientos que atentan contra los Derechos Humanos, contestó: ‘¿Qué quieren, que mande a unas monjitas para atraparlos?’ (…) (Se crea una) organización policial nueva, llamada el Grupo Élite. Su centro de operación es la Escuela de Policía Carlos Holguín, tristemente famosa por la instalación de una sala que se conoce como "El Sauna", donde introducirán a todos aquellos a quienes quieren hacer hablar; esta particular sala de tortura, mediante sus altas temperaturas, llegaba a despellejar vivos a los prisioneros que eran introducidos en ella. Entre las herramientas de ferretería que se utilizaban para lograr las delaciones, están los taladros eléctricos, con los que serán perforadas rótulas y columnas vertebrales. Algunos de nuestros hombres que lograron salir de allí con vida regresaron desfigurados, con laceraciones en su cuerpo, sin uñas e incluso sin ojos (…) El Grupo Élite sale a las calles tras nuestra pista, monta retenes en puntos clave de la ciudad, con nuestras fotos a mano. Todo carro de lujo que ven, lo paran en el acto, bajan a la gente con groserías, ‘¡Bájate vieja mafiosa, decíle a ese hijueputa de Pablo Escobar que salga!’ La prepotencia y abuso de autoridad estatal es enorme. La gente los odiaba.



“En la Escuela Carlos Holguín reciben la información de la ciudadanía, reclamando las recompensas. El Patrón pone a sus hombres a que llamen y den información errada para confundirlos. Los policías del Grupo Élite sólo son la fachada; ‘Los Rojos’ no se andan con amenazas y bravuconadas, van a los barrios populares y en la creencia falsa de que todos los jóvenes son matones al servicio de Pablo Escobar los forman y los asesinan; las esquinas de Medellín se convierten en paredones de ejecución. En el barrio Villa Tina son ejecutados doce jóvenes a manos de ‘Los Rojos’; en el barrio Santa Cruz, cuatro más son asesinados la misma forma y otros tres en el barrio Castilla. No pasa un día sin una masacre; todos los días desaparece gente y se sabe que terminan su vida dentro de la Escuela Carlos Holguín; en veinte días, más de setenta jóvenes caen bajo las balas oficiales (…) Pablo ama a su pueblo y lo están masacrando, las clases pobres, de donde él surgió, están sufriendo el embate de unos asesinos oficiales (…) Pone letreros donde se ofrecen 1.000 dólares por policía muerto; 2.000 por suboficial muerto; 5.000 dólares, por teniente muerto, 10.000 dólares por capitán muerto; 20.000 dólares, por mayor de la policía muerto; 30.000 dólares, por coronel muerto (…) Pablo llena sus vehículos de armas y las reparte en los barrios; pistolas, ametralladoras, Mini Uzi, fusiles, granadas de mano, miles de cajas de munición, van a parar a manos de los ciudadanos. La pelea ya no era entre bandas; es contra la Policía Nacional (…) A los agentes que viven en los barrios populares los están matando. ‘Los Rojos’ van con todo y continúan sus masacres, todos atacan y caen cuatro policías más. (Un sicario) le madruga al Grupo Élite y detona un carro bomba contra un camión del mismo, lo coge de costado y lo lanza al otro lado de la autopista; quince policías mueren en el acto, diez más quedan gravemente heridos. Las escenas son dantescas, policías corren encendidos como teas humanas, los destrozos en el lugar son brutales, los automóviles de civiles son destruidos y mueren seis personas; una veintena queda mutilada. Los Élites ya han encontrado la respuesta que buscan. Pablo Escobar Gaviria les ha salido al paso, ahí lo tienen: la dinamita es su tarjeta de presentación. La ciudad bajo ríos de sangre acompañada por los sonidos de las bombas (…) Muchos policías asesinan a sus compañeros para cobrar las recompensas. La locura se ha apoderado de todos…”



Pero la devoción por su familia, su amante y su pueblo no le impedía a Escobar reservar para quienes lo traicionaban el peor de los tormentos: la tortura y la mutilación de sus hijos pequeños, bebés algunos, delante de los horrorizados padres. Otras veces, ordenaba a los hijos que asestaran el tiro de gracia a sus progenitores, previamente torturados por sus hombres. Al hijo de nueve o diez años de edad de uno de sus enemigos, el mismo Escobar le puso la pistola en la mano porque el hombre tardaba en morir. Obligó al niño a dispararle a su padre. En otra ocasión, tras invitar a un guardaespaldas caído en desgracia a visitarle acompañado por su mujer y sus hijos, Escobar los capturó y amarró. Después comenzó a matar, uno a uno, a los niños: mientras los padres se debatían y gritaban de terror por sus hijos, ante ellos golpeó y ejecutó al bebé, que no llegaba a los seis meses de edad. Después torturó salvajemente a los otros dos hijos, de seis y siete años, antes de ejecutarlos. De allí golpeó, torturó y disparó a la esposa. El guardaespaldas fue el último en morir. Todas esas acciones le valieron el segundo sobrenombre con el cual se le conoció: “El Mataniños”.



Escobar estableció una ruta a través de México y Cuba para hacer llegar la droga a Estados Unidos. En sus memorias, su lugarteniente “Popeye” recuerda:

"Pablo Escobar siempre busca la forma de llegar con su droga a las calles norteamericanas, a través de gobiernos no aliados y enemigos de los Estados Unidos de Norteamérica. Lo quiere hacer a gran escala; ya lo ha hecho a través de Nicaragua, en la época que este país estuvo en manos del gobierno sandinista. Con ayuda de Jorge Avendaño, apodado ‘El Cocodrilo’, el Patrón llega a Fidel Castro, en la isla de Cuba. Éste lo conecta con su hermano Raúl y así se inicia una operación de tráfico de cocaína. Pablo Escobar conserva la amistad con Fidel Castro, desde su estadía en Nicaragua; nunca han hablado personalmente, pero sostienen permanente y fluida comunicación por cartas y terceras personas. La amistad se establece a través de Álvaro Fayad, el comandante del M-19, e Iván Marino Ospina. El trato se cierra y ‘El Cocodrilo’ viaja a la isla con un pasaporte falso, coordina todo en cabeza de Raúl Castro y por espacio de dos años, trabajan de la siguiente manera: la droga se empacaba en condones y luego se unían varios preservativos en paquetes de un kilo, envolviéndolos en bolsas plásticas que eran selladas con cinta adhesiva. Salía del puerto de Buenaventura navegando hasta las costas mexicanas, donde era recibida por los socios locales; inmediatamente llegaba, era subida a aviones con matrícula mexicana y despachada rumbo a Cuba. Con el apoyo de las autoridades cubanas, los aviones procedentes de México no tienen problema alguno. Allí, los militares cubanos, al mando del general Ochoa y el oficial Tony de la Guardia, bajo instrucciones directas de Raúl Castro, se hacían cargo de la mercancía, custodiándola para posteriormente embarcarla en lanchas rápidas, tanqueadas con gasolina por cuenta de los cubanos, con destino a Estados Unidos, entrando por Cayo Hueso. Las lanchas iban y venían varias veces durante esas jornadas. Ya en costas estadounidenses, la droga era recibida por El Mugre, quien con su gente la trasladaba a varias caletas, situadas en Kendall, Boca Ratón y el mismo Cayo Hueso. Estas caletas eran casas residenciales, en donde se perforaba el terreno y, en tubos de PVC, para que no se humedeciera la cocaína, se enterraba la droga, esperando a ser distribuida en pequeñas cantidades a los minoristas, para ser comercializada en todo Estados Unidos.



Fidel Castro


“Cada caleta tenía capacidad de almacenamiento de hasta 2.000 kilos. Los cubanos reciben 2.000 dólares por cada kilo de droga transportada y 200 dólares por cada kilo custodiado. La tajada de la mafia en México, por el uso de su infraestructura, como puente a la isla, oscila entre 1.500 y 2.000 dólares por cada kilo, dependiendo de la importancia del embarque. La cercanía entre México y la isla cubana da margen para transportar más cantidades de cocaína y gastar menos combustible. Pablo estaba feliz con esta ruta. Decía que era un placer hacer negocios con Raúl Castro, pues era un hombre serio y emprendedor. Esta ruta llenó las arcas del Patrón, quien se encontraba ilíquido al comenzar negocios con los cubanos, pues la guerra con el Estado colombiano le había demandado muchos recursos. En cada envío, hacia Cuba, por avión, se cargaba un promedio de 10.000 a 12.000 kilos. Durante este operativo y en varias oportunidades, los dos enlaces cubanos el capitán Jorge Martínez Valdés y el oficial Amado Padrón viajaron a Medellín; los movíamos con documentos falsos y para no llamar la atención, por su acento, se los hacía pasar por costeños. Los viajes y la atención de éstos en Colombia estaban totalmente a cargo del ‘Cocodrilo’. Al comienzo de los negocios con los cubanos, los mexicanos se mostraron reacios a incluirlos, alegando que ellos querían cobrar mucho por participar. Pablo se impuso, pues de antaño, simpatizaba con la causa de la revolución y quería apoyar a Fidel. Los dólares producto de la venta de esta droga en Estados Unidos, llegaban a manos llenas, camuflados en electrodomésticos, que ingresaban a Colombia ante la mirada complaciente de algunos funcionarios de la aduana, al servicio de Escobar. Desde allí, se repartía su participación a los socios mexicanos y cubanos.



Raúl Castro


“La ruta cayó cuando se destapó todo el escándalo, al caer un gran cargamento decomisado por la DEA, proveniente de Cuba, y varios cubanos detenidos confesaron delatando la operación. La investigación lleva a la DEA hacia el Cártel de Medellín y al gobierno cubano. ‘El Cocodrilo’ sale de Cuba rumbo a Colombia. La investigación llega hasta las más altas esferas del gobierno norteamericano. El tráfico es a gran escala y alegan que es imposible que los funcionarios de la isla no lo supieran. Esto pone al gobierno de Cuba en la mira de sus más encarnizados enemigos, los norteamericanos. Mucha cocaína quedó enterrada en suelo cubano. Fidel Castro no se queda con los brazos cruzados y ordena una farsa de investigación, para de esta forma protegerse él y de paso, a su hermano Raúl. En la isla, se anuncia con bombos y platillos a los medios de comunicación, que ‘la Revolución Cubana fue penetrada por el narcotráfico, en manos de unos apátridas y malos hijos, enquistados en el ejército revolucionario’. Se acusa al general Arnaldo Ochoa y a once personas más; en tiempo récord, el general es fusilado con sus más cercanos colaboradores, creyendo que con esto tapaban el sol con un dedo. Ante la comunidad internacional, el gobierno cubano cree haber puesto una cortina de humo al escándalo. Sin embargo, frente a los norteamericanos, la cosa es a otro precio. Me cuenta Pablo Escobar que, en un computador de la CIA y en las oficinas del Pentágono, duerme el caso. Pero no ha muerto, simplemente lo tienen archivado con el sellito de ‘información clasificada’. Después de ese suceso, las comunicaciones entre Fidel Castro y Pablo Escobar tuvieron que silenciarse. No obstante, Pablo propuso a los militares cubanos canjear armas de fabricación rusa por droga, pero éste negocio nunca se concretó”.



Jhon Jairo Velásquez Vásquez, “Popeye”, lugarteniente de Escobar


El poder de Escobar impactó a todos, incluyendo a los intelectuales. El escritor y premio Nobel colombiano Gabriel García Márquez sería, según el testimonio del sicario y lugarteniente “Popeye”, uno de sus intermediarios:

“El último contacto que yo conocí entré Fidel Castro y ‘El Patrón’, fue con ocasión de haber sido enviado por él, a los Estados Unidos para comprar un misil Stinger tierra-aire. Dado que mi vuelo hacía escala en la Ciudad de México, Pablo Escobar, conociendo la amistad de Fidel Castro con el escritor (y premio Nobel) Gabriel García Márquez así como su importante papel como mediador de causas, le solicita hacerle llegar una comunicación a él, que me entrega en un voluminoso sobre sellado. Nunca supe lo que decía esta misiva, pues para mí las comunicaciones del ‘Patrón’ eran sagradas y jamás se me habría ocurrido conocerlas si él no me comentaba. Llegué al aeropuerto Benito Juárez de la Ciudad de México y el escritor me estaba esperando, rodeado de gente, en la puerta de la sala. Me saludó amablemente y le dije: ‘Maestro, aquí le envía Pablo Escobar para que por favor le entregue esta carta al Comandante Fidel Castro’. Simplemente me la recibe y me dice: ‘Así se hará’. De paso, me invita a una tertulia que se haría esa noche en su casa. Gentilmente me excusé, pues debía continuar mi viaje hacia los Estados Unidos, pasando por Tijuana, para concluir la misión que ‘El Patrón’ me había encomendado”.



El escritor y premio Nobel, Gabriel García Márquez


El final de la carrera de Pablo Escobar se inició con la guerra entre los Cárteles de Medellín y Cali. Como en una guerra, un comando del Cártel de Cali bombardeó el Edificio Mónaco, donde Escobar poseía un departamento, causando graves secuelas auditivas a su hija Manuela y dejando un cráter en el lugar.



El ataque al Edificio Mónaco



Sus intentos de aniquilar al general Miguel Maza, el sabueso en jefe del Departamento Administrativo de Seguridad (DAS, la policía secreta colombiana), provocaron más devastación.



El general Miguel Maza, director de la DAS


El 6 de diciembre de 1989, a las 07:30 horas, una carga explosiva de ocho mil kilogramos de dinamita, camuflada en un autobús de la Empresa de Acueducto y Alcantarillado de Bogotá, detonó frente a las instalaciones del DAS en el sector de Paloquemao, en Bogotá.



El atentado contra el edificio de la DAS


El atentado fue devastador. Murieron más de cien personas entre funcionarios, agentes de la DAS y transeúntes así como algunos de los encargados de la instalación del coche bomba. Hubo setecientos heridos. El edificio de la DAS quedó totalmente destruido; parecía haber sido bombardeado. Colombia era ya una zona de guerra.



Las pérdidas materiales fueron millonarias, no sólo en el edificio de la DAS, sino también en las casas y negocios aledaños. Sobre todo, el narcoterrorismo se había adueñado ya del país. Colombia vivía un constante baño de sangre. Sobre este hecho, “Popeye” narra en sus memorias:

“El 6 de diciembre de 1989, un autobús bomba con 8.000 kilos de dinamita estalla a treinta metros del edificio del DAS, en el barrio Paloquemao de Bogotá. La explosión se oye en toda la capital. Mueren más de cien personas y setecientas quedan heridas. La ciudad tiembla; el sistema de salud se colapsa y los medios de comunicación claman por donantes de sangre. El mundo se solidariza con Colombia; todos saben que detrás de la gran bomba está Pablo Escobar y el Cártel de Medellín. La explosión abre un gran cráter de cuatro metros de fondo y trece de largo. El edificio del DAS sigue en pie, pero con la fachada y el interior totalmente destruidos (…) El objetivo principal, el General Miguel Alfredo Maza Márquez, sale ileso; el blindaje de su oficina lo salva; su secretaria, ubicada a escasos tres metros, muere. El General fue tirado al piso por la explosión. Fueron afectados barrios enteros vecinos al DAS: el Ricaurte, la Sabana, Colseguros y la zona industrial. Los ascensores del edificio quedaron expuestos con sus ocupantes muertos, historias de terror corren por toda la ciudad, historias de cabezas lanzadas a kilómetros de distancia, y de manos y piernas en las azoteas. Colombia es un país amedrentado por el terrorismo; el diario El Tiempo de Bogotá toma las banderas de El Espectador y va contra la mafia. El General es un hombre con suerte. Se inicia la investigación; los vecinos de la bodega de donde sale el bus informan a las autoridades y mismo General llega a la bodega, situada en la calle 2a Sur N° 19-63; con los medios de comunicación y ante las cámaras, sale deprisa de allí, alertado por sus escoltas por un fuerte olor a dinamita. ‘El Patrón’ ve esto en la televisión y deja escapar una sonrisa. Pablo Escobar se convierte en el enemigo público número uno del país. Ríos de tinta corren por cuenta del capo en los periódicos de todo el mundo; su figura es estampada en cuanta publicación hay en el planeta tierra. La bomba al DAS de Bogotá es un acto de no retorno y marca a una generación. La ciudad nunca lo olvidará”.



Medellín siguió pulverizando récords: en 1991, 7,081 personas fueron asesinadas. Los aliados de Escobar pronto comprendieron el papel que las bombas iban a desempeñar en su declive. Había caído en la trampa del terrorismo.



El 27 de noviembre de 1989, una bomba mata a 107 pasajeros del vuelo HK 1803 de Avianca, en el que Escobar creía que viajaba el candidato presidencial César Gaviria. “Los Extraditables” se adjudicaron el atentado mediante una llamada telefónica. Aquello era inaudito y se convirtió en un escándalo mundial: volar un avión en el aire era algo que se atribuía solamente a los fundamentalistas. Era un crimen dirigido contra civiles inocentes; Escobar había llegado demasiado lejos.



El atentado contra Avianca




En sus memorias, el sicario “Popeye” narra el dramática suceso:

“‘El Patrón’ recibe entonces la información de que el candidato, César Gaviria, viajaría a la ciudad de Cali en un vuelo comercial. Pablo le encomienda a Cuco que arme un maletín bomba y que lo haga llegar a Bogotá; Memín, un trabajador, utiliza un contacto de Pablo Escobar en el aeropuerto de El Dorado. para introducir el maletín hasta la sala de espera, después de las requisas de la Policía Aeroportuaria. Por ser un vuelo doméstico, los controles de seguridad son mínimos. Memín utiliza a un amigo para encargarle que lleve y abra el maletín luego que el avión decole y presurice; le da la excusa de que debe activar una grabadora, para escuchar a dos pasajeros que viajan en los asientos de adelante. Una buena cantidad de dinero convence al amigo de Memín. No tiene nombre, porque nace sin él, ya que el destino lo elige para acabar con la vida de 107 personas que estaban a bordo del avión Boeing 727 de Avianca, en la ruta Bogotá-Cali. Memín está a la espera de que aborde Gaviria con su comitiva; llegan las 7:00 de la mañana y no aparece el personaje; era claro que no iba a volar, pero la suerte está echada. Los pasajeros de este fatídico vuelo van a ser víctimas del apretón de manos que se dieron Pablo Escobar y Miguel, el terrorista de la ETA, que lo enseña a hacer bombas en el año de 1988, en la Hacienda Nápoles. Los explosivos están en el avión; no hay forma de parar nada. A los pocos minutos del despegue el avión explota, desintegrándose y muriendo todos sus pasajeros y tripulantes. El país queda en shock; una bomba en un avión es lo último que podía pasar. La nación está desconsolada y todas las sospechas recaen sobre Pablo Escobar. César Gaviria Trujillo, por recomendaciones de su Jefe de seguridad, el Coronel Homero Rodríguez, a última hora decidió no viajar. Pero el futuro nuevo Presidente de la República de Colombia sabe que Pablo Escobar le pisa los talones. Después del atentado, la popularidad del político se fortalece y se restringen, al máximo, sus desplazamientos. Las encuestas lo dan como seguro ganador”.



Las víctimas del atentado





Tras la victoria de César Gaviria en las elecciones de 1990, Pablo Escobar se confesó con el sacerdote Rafael García. No parecía haber salida, pues el nuevo presidente era un cruzado de la extradición. Pero Escobar necesitaba que la Constitución colombiana se reformara y se derogara el artículo que autorizaba la extradición de colombianos al extranjero. Decidió jugar una carta muy arriesgada e inició una ola de secuestros; el primero fue el de la periodista y conductora de televisión, Diana Turbay (hija del ex presidente de Colombia, Julio César Turbay), junto con un equipo de reporteros. Secuestró casi enseguida a otros miembros prominentes de las familias de la clase política colombiana. Otro fue el hijo del director del periódico El Tiempo, Francisco Santos, quien llegaría a ser vicepresidente de Colombia. El país volvió a estremecerse: Escobar ponía en jaque a los políticos y a los periodistas.



El lugarteniente “Popeye” narra en evento en sus memorias:

“Ahora El Tiempo tiene que pasarse a las filas de Los Extraditables, no quieren a Francisco Santos muerto. El poderoso periódico está amordazado internamente. Una cosa es lo que refleja en sus páginas editoriales y otra, muy distinta, lo que piensa Hernando Santos, una víctima más de esta guerra despiadada, en la que Pablo Escobar obliga a sacrificar la verdad en aras de sus nefastos intereses. Pablo envía un mensaje muy claro a la clase política, a través del periódico El Tiempo: ‘Debe impulsarse una Asamblea Constituyente que reforme la Constitución y elimine la extradición de plano, y el periódico El Tiempo debe ambientarla ante la opinión pública y apoyarla’. Ahora Pablo va por una Constituyente, para reformar el artículo de la Constitución Nacional, que autoriza la extradición de colombianos a otros países. El decreto 2047 no le sirve al ‘Patrón’, pues en un cambio de gobierno y estando en prisión, bajo la presión de los norteamericanos, lo pueden extraditar. ‘El Patrón’ está contento. Todo marcha sobre ruedas y a pedir de boca; en el escondite está tranquilo, esperando el desarrollo de los acontecimientos. La madre de (la periodista) Diana Turbay, ataca duro al Presidente la República para que modifique el decreto 2047, como paso conducente a la liberación de su hija. Los medios de comunicación le hacen eco a las palabras de doña Nydia. ‘El Patrón’ trabajándole a la Constituyente y presionando con los secuestrados. El 7 de noviembre de 1990, se cierra el círculo para la caída de la extradición. En Bogotá, (dos sicarios) armados hasta los dientes, secuestran a Maruja Pachón saliendo de Focine. Este plagio se completa con Beatriz Villamizar, hermana del senador Alberto Villamizar. Maruja Pachón es la mujer de Alberto Villamizar; ella es una persona importantísima de la sociedad bogotana; cuñada del difunto candidato presidencial abatido por la mafia, Luis Carlos Galán, en cuyo entierro la familia ha endosado la Presidencia de la República a César Gaviria. Ahora el Presidente de la República tiene que corresponderle el favor a la familia de Galán. Debe ayudar a tumbar la extradición para que ‘Los Extraditables’ dejen libre a Maruja Pachón. El esposo de y hermano de Beatriz es un galanista a morir y detractor de Pablo Escobar. ‘El Patrón’ trata de matarlo en varias oportunidades. Y vueltas que da la vida, ahora tiene que trabajar arduamente para que ‘Los Extraditables’ se salgan con la suya. La clase política tiembla. Escobar, en una jugada magistral y con la ayuda de la suerte, mantiene a la casa Galán trabajando empeñosamente para tumbar la extradición.



El presidente César Gaviria


“La situación del Presidente Gaviria es complicada: de un lado los norteamericanos presionando fuerte para que sostenga la extradición y no ceda; por el otro lado, el poderoso Hernando Santos, orientando el futuro político del país; doña Nydia clamando y trabajando por la vida de su hija; el ex presidente Julio Cesar Turbay Ayala, (padre de la periodista) y cabeza del partido liberal, presionando también. Y ahora la viuda de Luis Carlos Galán, con su hermana en manos del temido Pablo Escobar. La encerrona al Presidente es total. ‘El Patrón’, sin embargo, no canta victoria; sabe que cualquier cosa puede pasar. En el escondite, Pablo no está eufórico, pero se le ve animado. Instruye a sus hombres para que se esfuercen en la muerte de más policías. Ahora la pelea era tocando y sobornando Constituyentes para tumbar definitivamente la extradición. La técnica del terror, instaurada por Pablo Escobar estaba dando sus frutos. Las bombas en las calles y en los centros comerciales amedrentaban a todos los estratos de la sociedad colombiana. La única solución posible que se avizoraba para detener este baño de sangre parecía ser acatar la voluntad de ‘El Patrón’. En ese sentido, el periódico El Tiempo, resignando sus más íntimas convicciones, informaba a la opinión pública de que la Constituyente era la panacea… ¡lo mejor que le podría ocurrir al país!



Alberto Santofimio Botero: político al servicio de Escobar


“Villamizar hace lo mismo en los diferentes círculos de la sociedad capitalina. El Presidente de la República, en la misma tónica, incluso recibió a todos y cada uno de los congresistas y les prometió, con su Ministro de Hacienda presente, que les financiaría las campañas, para cuando se cerrara el Congreso. Pablo Escobar tenía en su mano la lista con los nombres de muchos Constituyentes sobornados, que le habían hecho llegar Alberto Santofimio y Feisal Buitrago, uno de los abogados del Patrón. Yo asistí a la reunión donde estaban los contadores del Cártel, entre otros, Rodrigo Osorio y Susuki. Pablo nos pasó la lista y al frente de cada nombre una ‘x’ con el valor a entregar en dólares. Pinina se encargó de recaudar el dinero y yo de separar los montones de acuerdo al valor que apareciera en la lista. Los paquetes eran entregados a Santofimio y Buitrago, quienes se encargaban de llevárselos a cada Constituyente comprado. Fueron en total veintisiete los Constituyentes que recibieron entre 10.000 y 100,000 dólares por cabeza. En la lista figuraban, entre otros, Marco Antonio Chalita del M-19 y Francisco Rojas Birry, en representación de los indígenas. Pasadas las semanas y logrando el Jefe todos sus objetivos, pone en libertad tanto a Santos como a Maruja Pachón. Diana Turbay, lamentablemente, muere por culpa de la policía en un muy torpe rescate”.



Pablo Escobar durmiendo; lo acompaña su cuñada


La jugada salió perfecta: Escobar consiguió que la Constitución se reformara y se derogara la extradición; había puesto de rodillas al estado colombiano. Ningún criminal, antes o después de él, consiguió nada semejante. Luego, durante un año, el equipo de abogados de Escobar negoció las condiciones de su entrega con el Ministro de Justicia. Escobar ofreció al Gobierno su propia granja, La Catedral, para que instalaran allí la prisión donde quedaría recluido. El Gobierno aceptó que confesase los crímenes que quisiera, y él asumió que había colaborado en la exportación de veinte kilos de cocaína, pero de manera indirecta. El Gobierno lo consideraba implicado en casos más importantes, como los asesinatos de Luis Carlos Galán y Guillermo Cano, pero aceptaron el trato: no tenían más opciones. El 19 de junio de 1991, Pablo Escobar Gaviria entregaba su pistola Sig Sauer al procurador Carlos Arrieta: "Es un símbolo de mi deseo de someterme a la justicia", dijo. Con él se entregaron once de sus lugartenientes, incluido “Popeye”. No pasaría mucho tiempo antes de que Escobar recuperara su arma y la conservara hasta el día de su muerte.



Escobar de nuevo bajo arresto


Enseguida se convirtió en un recluso de oro, rodeado de una guardia pretoriana fiel y con todas las comodidades que un preso o un hombre libre pudiera desear: piscina, discoteca, champagne francés, restaurante abierto las veinticuatro horas del día, muñecas inflables y un catálogo de prostitutas hermosísimas. Escobar encargaba directamente sardinas, chicas de quince o dieciséis años y organizaba orgías, con shows lésbicos y vibradores.



La celda de lujo de Escobar


También había un campo de football, al que acudían a jugar los tres equipos de Medellín. Escobar jugó allí varios partidos con René Higuita, uno de los jugadores colombianos más famosos del mundo. Más protegido que encerrado, reconstruía su imperio, seguía masacrando enemigos y repartía generosos sobornos entre los policías que se encargaban de la seguridad exterior de la finca.



Pablo Escobar jugando en la cancha de su prisión


Escobar abusó de sus privilegios, ejecutando incluso a viejos compañeros del Cártel en sus instalaciones, entre ellos los hermanos Moncada Galeano. El sicario “Popeye” recuerda las macabras ejecuciones llevadas a cabo dentro de la prisión donde Escobar se encontraba:

“Llega la noche. La oscuridad cubre las cabañas y la fogata es encendida; ‘Mugre’ sale de la cabaña de Roberto y va a prender el asador de carnes. Llega ‘El Patrón’ con los guardias municipales y les ordena estar atentos a que no suba nadie extraño, como el sargento de la guardia que a veces se movía por el penal. Nos llama Escobar a Oto y a mí para ordenamos que matemos a Fernando y a su acompañante. ‘Mugre’ coloca el equipo de sonido a todo volumen para ahogar los tiros y el ruido de la motosierra. La fogata ya tiene fuerza, es inmensa; es el símbolo del Mal. Vamos Oto y yo al sótano. ‘El Palomo’ nos abre y revólver en mano entramos al estrecho lugar por las pequeñas escaleras; éste nos alumbra el camino con su linterna. Cuando entramos, Fernando grita: ‘¡Nos van a matar!’ Yo quedo frente al contador de Kiko y le disparo un solo tiro en la cabeza; no lo dejo reaccionar. Lo mismo hace Oto con Fernando, tomándolo del cuello. Salgo del lugar y Oto pide la motosierra; ‘El Palomo’ le pasa la linterna a Icopor e ingresa al sótano para ayudar a Oto. Llego donde ‘El Patrón’ y está sentado en una silla; la fogata arde potentemente. A su lado, (su hermano) Roberto Escobar. Pablo, con la pierna cruzada, mira atento la fogata cautivado por el fuego; un gorro ruso lo hace ver más temible. No habla con nadie, sólo mira; al fondo se ven las luces de la ciudad. La hoguera, con sus altas llamas, alumbra todo el lugar; la montaña protege el sitio de ser visto, sólo el fuego se divisa a lo lejos. Llega Freddy González (…) trae el primer balde en el que se observa una pierna cortada a la altura de la rótula, aún con media y zapato, además de un brazo ensangrentado, y lo arroja a la fogata; todos miramos. Pablo mira serio y no se inmuta. Llega Juan ‘La Garra’ trayendo un nuevo balde con restos humanos. Valentín Taborda acompaña al ‘Mugre’ en el asador de carnes. La nota más macabra la coloca Freddy al llegar a la fogata; no tira el balde con su contenido a la hoguera, sino que saca la cabeza de Fernando Galeano y la lanza al fuego. Por la sangre se le resbala y rueda al pegar con un grueso madero, llegando hasta los pies de Pablo Escobar; éste, sin impresionarse, la mira con frialdad; Freddy corre y la toma de nuevo, arrojándola al centro de la hoguera. Vísceras, la otra cabeza, miembros ensangrentados eran el resultado de la gran carnicería en la prisión. Los cuerpos de Fernando y su acompañante a merced del fuego. ‘El Mugre’ tiene a todo volumen su equipo de sonido, para ahogar así cualquier ruido de la motosierra que escape del sótano. No escuchamos la música con agrado; sólo vemos el crimen que se hace patente en los baldes con restos humanos que, alumbrados por las llamas, son subidos por las escaleras de cemento provenientes del fatídico sótano (…) Las horas pasan y el fuego es alimentado con sangre (…) ‘El Patrón’ sólo mira el fuego; si alguien le habla, no contesta. Oto sale del sótano, se baña y se cambia de ropa; y haciendo alarde de tener buen estómago come carne del asador…”



El asesinato de los Moncada Galeano hizo que varios narcos y paramilitares, principalmente los hermanos Fidel y Carlos Castaño (quienes años después fundarían las AUC), conformaran un grupo que se hizo llamar "Los Pepes" ("Perseguidos Por Pablo Escobar") y que utilizó las mismas tácticas para enfrentar al capo. Pusieron bombas en sus edificios, asesinaron a sus abogados y profundizaron el baño de sangre que sufría Colombia. A través de una carta anónima, el Gobierno tuvo conocimiento de los privilegios que disfrutaban los doce internos y de que la maquinaria criminal del clan Escobar seguía en marcha. Habían hecho la vista gorda, pero el asunto llegó a conocimiento de la DEA y los estadounidenses se indignaron. El presidente decidió endurecer el trato y Escobar planeó su fuga para evitar ser trasladado a una prisión de máxima seguridad. En julio de 1992, pese al destacamento de cuatrocientos policías en torno a La Catedral, Escobar se fue. Pero nada más escapar reanudó su contacto con el gobierno para negociar otra rendición. Esta vez, sin embargo, recibió una respuesta negativa. "No, no, no. Nada de pactos esta vez. Vamos a matarlo", se oyó decir en el despacho presidencial según testigos.



Pablo Escobar estaba solo, oculto en algún lugar de Medellín. Viejos sistemas de telecomunicaciones le permitían mantenerse en contacto con su familia. Gracias a un cruce de líneas, Escobar fue localizado. Hugo Martínez, responsable del Bloque de Búsqueda (unidad de élite creada en 1989 para capturarle), vivió a diario, durante tres años, la experiencia de la persecución: cuando parecía estar a punto de alcanzarle, Escobar se esfumaba. Pero, tras más de catorce mil intentos frustrados, y por culpa de las llamadas telefónicas a su familia, Escobar se colocó en la mira.



Comenzaba el mes de diciembre de 1993. La justicia colombiana ofrecía una recompensa de millón y medio de dólares por él. Su familia voló a Alemania en busca de asilo político, pero fue devuelta en el acto a Colombia.



El ejército tras invadir la mansión de Pablo Escobar


El 1 de diciembre, Escobar celebra su cumpleaños en la soledad de su escondite. Esa tarde habla con su mujer por teléfono durante un buen rato, más de los dos minutos a que se ciñe siempre para evitar que la llamada sea localizada. Lo hace en marcha, a bordo de un taxi, para que los sistemas de detección del Bloque no puedan triangular la señal.



Al día siguiente, 2 de diciembre, vuelve a llamar a su familia varias veces, pero en esta ocasión no desde el taxi, sino desde su escondite, que los policías sitúan en un vulgar edificio de dos pisos de un barrio de clase media de Medellín. La última llamada, a las 14:56, es con su hijo. Sus últimas palabras son: "Te dejo porque aquí está pasando algo raro".



Fuerzas especiales de la policía rodean el inmueble, ubicado en la calle Carrera 79-A. Al verse rodeado, Escobar intenta escapar por el patio, pero cae abatido sobre el tejado, con tres impactos de bala en su cuerpo: uno en la pierna, otro en el hombro y otro más, el definitivo, con orificio de entrada y salida frontolateral en la cabeza.



El asesinato de Pablo Escobar



Su cadáver, exangüe y barbado, es sometido a autopsia, a la que asisten su hermana Luz María y la viuda de su lugarteniente Limón, que cayó con él en el asalto. Un agente de la DEA corta pedazos de la barba del cadáver como recuerdo y trofeo.





Su presencia en la mesa de autopsias no basta para que las interpretaciones sobre la muerte proliferen; Luz María lanza la hipótesis de un improbable suicidio. La leyenda empieza un segundo después de que el suceso sea hecho público con esta declaración del policía Hugo Aguilar: "Larga vida a Colombia, Pablo Escobar ha muerto".



El cadáver



Su lugarteniente “Popeye”, preso, se entera de la noticia por medio de la televisión. En sus memorias, cuenta el suceso:

“La noticia recorre el mundo, anunciando la muerte del Capo. Cuando me entero, se me embota la cabeza; Iván Urdinola me llama a su celda, se le ve contento y dice: ‘Popeye, esto es lo mejor que nos pudo pasar a todos. Esta aseveración muestra lo que la mafia siente por el hombre que tumbó la extradición. Los policías bailan en un solo pie, un agente de la DEA corta medio bigote del cadáver de ‘El Patrón’ y lo toma como recuerdo o quizá como un trofeo. Iván Urdinola llama a Cali y la fiesta es total; los mafiosos del Cártel de Cali en la cúspide del poder. Miguel Rodríguez, llorando de la felicidad, abraza a sus amigos. Gilberto Rodríguez y Pacho Herrera (del Cártel de Cali) le acaban de ganar la guerra a Pablo Escobar Gaviria. Los tontos no saben que esos mismos agentes norteamericanos van más tarde por ellos. Los ricos festejan en las calles, la euforia llega a la clase política, a los empresarios, a la justicia, a la embajada norteamericana. Todos paran sus actividades y arman una fiesta. El Presidente de la República, César Gaviria Trujillo, se pronuncia ante el país, con una sonrisa en sus labios; anuncia de forma ilusa e ingenua el final del terrorismo y la violencia, avizorando un gran futuro para Colombia; los militares de plácemes; ministros y altas personalidades del país en euforia colectiva. Los informativos enloquecidos; la prensa hablada vuelca todo su odio contra el abatido Pablo Escobar.



“Los gobiernos felicitan al Presidente Gaviria. Iván llama de nuevo a Cali y le informan que la mafia ha organizado una gran fiesta; miles de botellas de licor se destapan a nombre del recién caído Pablo Escobar. El Presidente recobra su prestigio político, perdido el día de la fuga de La Catedral y pasa a la historia como el mandatario que abate al temible capo. Los Estados Unidos lo premiarán por eso. Los altos funcionarios estadounidenses, a la cabeza del Presidente de la Nación, se pronuncian complacidos ante los medios de comunicación; George Bush padre da un parte de victoria. La Policía Nacional recobra su tranquilidad y credibilidad a nivel mundial. Pero no todos en Colombia festejan la muerte. Lo lloran su viuda María Victoria Henao, su bella hijita Manuela, su afligido hijo Juan Pablo quien, en su dolor, se lanza a los medios de comunicación prometiendo venganza por la muerte de su padre. La congoja invade a sus hermanos, sus sobrinos, su sufrida madre doña Hermilda, don Abel su padre, los habitantes del barrio ‘Pablo Escobar’ y los humildes de Antioquia y el resto del país. Lo lloramos sin lágrimas los hombres que lo dejamos solo y ahora estamos en prisión. Yo miro con pena a todos por haberlo abandonado a su suerte, me doy cuenta de lo grande y poderoso que era ‘El Patrón’; cuando andábamos juntos lo miraba con respeto y admiración, porque en realidad era un gigante. Un visionario de la dignidad nacional…”



La misma policía que lo persiguió, tiene que proteger y escoltar su féretro hasta el cementerio. “Popeye” describe la escena:

“El fiscal Gustavo de Greiff no oculta su satisfacción (…) Pablo estaba tras su huella, habiendo siendo el artífice de la caída del temido Capo. Llega la noche y con ella la tristeza acrecienta el dolor (…) El Cártel de Cali en las manos de Dios, se venden como los elegidos por la Divina Providencia para acabar con Pablo Escobar. Ninguna funeraria quiere encargarse del entierro por miedo a los ‘Pepes’; el cadáver, sin arreglar, es introducido en un ataúd y llevado al cementerio Jardines Monte Sacro. Allí lo espera su pueblo, al que siempre ayudó y el que lo quiere de todo corazón. Hoy hay casas en las comunas de Medellín con su foto y una veladora. Era el símbolo de lucha de los sin fortuna, era la voz de los sin voz. No todo el país está bailando. Más de veinte mil personas humildes lo acompañan y desfilan ante su ataúd. Doña Victoria, Manuela y Juan Pablo, junto con doña Hermilda y demás familiares, van al entierro protegidos por la DIJIN. El cadáver de Pablo Escobar, en proceso de descomposición, emana un fuerte olor; pero esto no aleja a la multitud. Cientos de personas lloran sinceramente. Una sensación de orfandad me invade viendo el ataúd con el cadáver de mi Patrón. Me acuerdo de lo feliz que estaba el día que caminaba, entre la multitud de la Avenida de la Playa, viendo el alumbrado. Una sola lágrima del más humilde de los asistentes a su entierro era suficiente para Pablo Emilio Escobar Gaviria. Los periódicos anuncian la derrota del Capo pero saben que también ha triunfado su eslogan: ‘Preferimos una tumba en Colombia a un calabozo en los Estados Unidos’”.



La carroza con el ataúd de Pablo Escobar


Tras un entierro multitudinario al que asisten más de veinte mil personas, el imperio Escobar se va a pique: sus posesiones se vuelven pasto de cazatesoros convencidos de que bajo las baldosas hay millones escondidos.



Su tumba, situada en el cementerio Jardines de Montesacro, cerca de Medellín, sería considerada una de las más visitadas de Colombia. Se encuentra al lado de la tumba de su padre, Abel de Jesús Escobar, quien falleció en 2001 y pidió como último deseo ser sepultado junto con su hijo. Nunca le faltan flores frescas. El epitafio en la lápida de Escobar, una cita de Confucio, es enigmático: “Cuando veas a un hombre bueno, trata de imitarlo. Cuando veas a un hombre malo, examínate a ti mismo”.



La tumba de Pablo Escobar Gaviria



La Hacienda Nápoles fue rápidamente engullida por la selva y abandonada por sus moradores, salvo la manada de dieciséis hipopótamos que pronto se adueñó del lugar y protagonizó un intento de fuga río arriba, que hizo las delicias de la prensa. Años después, una pareja de estos animales, llamados “Pepe” y “Matilda”, tendría la primera cría de hipopótamo nacida en el continente americano, a quien se bautizó como “Hip”. Luego el gobierno colombiano los sentenció a muerte; igual que su dueño, “Pepe” murió acribillado por los soldados y las fotos de su cadáver rodeado por sus alegres asesinos, provocaron las protestas de asociaciones de defensa de los animales, cuyos miembros marcharon portando máscaras de hipopótamos. La cervecería Bavaria ofreció contratar expertos para capturar y reubicar a los animales sobrevivientes, y el gobierno colombiano aceptó.



La fuga de los hipopótamos de la Hacienda Nápoles


Pablo Escobar estaba muerto y nadie terminaba de creerlo. “El Mataniños”, el hombre responsable de más de diez mil asesinatos, dejaba vía libre a otros narcos tan sanguinarios como él, pero también menos carismáticos. Tras Escobar se acentuaron la guerrilla, los grupos paramilitares, la guerra sucia. Pero no todo era ruina. Su leyenda engordaba en los suburbios de Medellín y su imagen alimentaba interpretaciones artísticas que lo mostraban como un Corazón de Jesús con túnica de camuflaje y una granada en el pecho, o como uno de los héroes del siglo XX, junto a Lady Diana y Carlos Gardel.



Las ruinas de la Hacienda Nápoles


Después de su caída, el gobierno de Colombia volvió a legislar y a incluir la opción de extraditar en su Constitución. Los miembros del Cártel de Cali, que habían sido enemigos jurados de Pablo Escobar y del Cártel de Medellín ayudando en su caída, fueron detenidos y enjuiciados. No sabían que su lucha contra Escobar terminaría por revertírseles. Desde la cárcel, “Popeye” terminaría aliado con uno de sus enemigos. En sus memorias cuenta:

“El ambiente en la torre es lastimoso; en el teléfono reflejan toda su tristeza; hablan como si fueran rumbo al cadalso; la historia es la misma: le firman la extradición a fulano o a zutano; ‘pobrecito...’, dice uno, que sigue en turno. Razón tenía ‘El Patrón’ al pelear contra la temida extradición. Es mejor morir con orgullo en la patria, que vivir deshonrado en un calabozo de los Estados Unidos (…) En quince días son sacados de la fría prisión a los calabozos de la DIJIN y de allí a los Estados Unidos. Pero el destino me tiene deparada otra sorpresa. Me levanto al llamado de los guardias a las 05:00 de la madrugada; ya el comentario corre de boca en boca: los hermanos Miguel y Gilberto Rodríguez Orejuela (líderes del Cártel de Cali), se bañan en las duchas del primer piso. En el patio los hermanos son la novedad. Nos saludamos con respeto (…) Los hermanos Rodríguez han perdido todo su poder; el gobierno del presidente Álvaro Uribe Vélez va tras ellos sin contemplaciones, cumpliendo todas las exigencias de la DEA. Llegan pesos pesados de la mafia como Víctor Patiño Fómeque, con la extradición firmada a los Estados Unidos. Los hermanos Rodríguez no están pedidos en extradición, pero dicen que el presidente colombiano los enviará al gobierno de Bush. El nuevo sistema penitenciario es para todos (…) Cuando menos lo pienso, a Miguel Rodríguez (enemigo de Escobar) y a mí nos han enganchado con las mismas esposas. Alguien, en algún lugar del universo, sonríe y juega con nosotros. Don Miguel de la mano izquierda, yo de la mano derecha. El destino hace sus cosas de forma insospechada. ¿Cuándo me hubiera yo imaginado esta escena? El hombre que tanto persiguió al ‘Patrón’, ahora está esposado conmigo. El capo que ayudó al gobierno para darle fin al Cártel de Medellín, camina a mi lado, en las mismas circunstancias de tiempo y lugar. Todos comiendo la misma bandeja mísera y helada, aguantando el mismo fuerte frío. Cuando se escucha la proximidad de un helicóptero, es una señal inequívoca que vienen por alguien para extraditarlo. El temor se apodera de todos ‘Los Extraditables’, porque aquí tienen la diabólica costumbre de no avisar. Un ex Senador de la República, Samuel Santa López Sierra, llega al pabellón, pedido en extradición por los Estados Unidos con el cargo de narcotráfico. Cuando este hombre estaba en el Senado de la República, fue uno de los principales impulsores de la Ley de Extradición. Percibo la sonrisa del que juega con nosotros, en algún lugar del universo. Todos lo miran con desprecio y se ríen a sus espaldas. Le toca beber de su propio veneno. El ex senador, ahora se pudre, supongo que de vergüenza, en un calabozo gringo. Seguramente, tratando de zafarse de las garras de la justicia americana y hecho de esa mezquina y miserable contextura de traidor, se habrá convertido en delator.



Altar para Pablo Escobar en casa de su familia


“Pepe Henao es un viejo antioqueño, de 72 años, que espera ser extraditado a los Estados Unidos, injustamente involucrado en un falso caso de narcotráfico. Tiene buen humor y una salud férrea, las leyes norteamericanas juzgan con más severidad a un hombre de edad ya que se argumenta que tiene más raciocinio. Ningún colombiano gana en las cortes de los gringos. Se puede ser condenado a veinte años de prisión (…) Con sus cabezas agachadas y sus corazones destrozados, marchan desesperanzados a su cruel destino. Tarde o temprano los mafiosos del país, por más poderosos e influyentes que sean, pasan, o por el cementerio, o por la torre número seis de la cárcel de Cómbita, en Boyacá. Los hermanos Miguel y Gilberto Rodríguez Orejuela, como muchos colombianos, no merecen la extradición (…) La torre seis sólo queda para personas pedidas en extradición. Somos sacados don Miguel, varios compañeros más y yo, rumbo a la torre número uno. Todos se despiden de mí con sinceridad. Me duele dejarlos, pues la torre a donde me dirijo es habitada por otra clase de personas; bandidos curtidos, duros y valientes guerreros. Es otro mundo, donde las ofensas se zanjan a punta de puñal. De todas formas somos recibidos con aprecio y sinceridad (…) A pesar de ser un terreno hostil, es el terreno al que pertenecemos. Encajamos fácilmente. Hombro con hombro, don Miguel y yo ganamos el respeto y aprecio de nuestros compañeros. Recuerdo cómo, con don Miguel, nos cuidábamos la espalda de doscientos reclusos (…) Una nueva y fatal noticia para los hermanos Rodríguez Orejuela estalla en los medios de comunicación. El día 22 de diciembre de 2003, un vocero del Departamento de Estado Norteamericano anuncia que van a pedir en extradición a los renombrados jefes del Cártel de Cali, bajo los cargos de introducir, en los Estados Unidos, 50.000 kilos de cocaína desde la prisión. Todos sabemos que es mentira. Anuncian tener pruebas y testigos que demuestran que desde la cárcel se coordina el tráfico; también piden al doctor Germán Navarro en extradición, el abogado que coordina el equipo jurídico de los hermanos Rodríguez Orejuela. Son detenidas varias personas y sindicadas de pertenecer a la organización y también son pedidas en extradición. Los norteamericanos los acusan de haber ganado más de dos mil millones de dólares con el tráfico de estupefacientes. El gobierno colombiano, por intermedio de la fiscalía, les notifica la orden de extradición. La Corte Suprema de Justicia de Colombia se lava las manos. Les espera una condena (…) en las más duras prisiones de alta seguridad de los Estados Unidos. No verán la luz del día, ni podrán comunicarse con sus familiares; la habitación donde los encierran es su antesala al infierno. La DEA es cosa seria”.



El 4 de abril de 2003, aparecieron en Medellín doscientos afiches pegados en postes y paredes de los barrios Floresta, Laureles, El Poblado y la estación Industriales del metro en los que se leía: “PABLO PRESIDENTE: Soberanía. Independencia”. Tras retirar los carteles e iniciar una investigación, las autoridades establecieron que se trataba de una intervención artística de un joven bogotano.



En octubre de 2006 murió su madre, y los restos del capo fueron exhumados para hacer sitio al cadáver. En el cráneo de Pablo aún resultaba visible el orificio de la bala del Colt R-15; su barba se conservaba intacta. Tras la exhumación estalló una nueva bomba: la hostilidad entre distintas partes de su familia.



Hermilda Gaviria poco antes de su muerte


Su hijo Juan Pablo acusó a unos tíos de haber arrancado tres dientes a su padre para venderlos al mejor postor. Otro de sus hermanos negoció la venta a la televisión de una cinta que registraba la exhumación; otro familiar hizo tratos con un productor de Hollywood para venderle la historia y convertirla en película. El pintor colombiano Fernando Botero pintó un cuadro donde retrata la muerte de Escobar.



La muerte de Pablo Escobar, pintura de Fernando Botero


Después del asesinato de Pablo Escobar, la DEA y el gobierno de Colombia consideraron que se avanzaba hacia el final del narcotráfico. Su viuda y sus hijos salieron de Colombia. Se instalaron en Buenos Aires, Argentina, donde tuvieron varios problemas legales. Para alejar el estigma de tener el apellido de Escobar, decidieron cambiarse de nombre. Su viuda, Victoria, pasó a llamarse María Isabel Santos Caballero; su hijo Juan Pablo es ahora Juan Sebastián Marroquín y su hija Manuela se llama Juana Marroquín. Su lugarteniente “Popeye” denunció en sus memorias la intervención del senador Alberto Santofimio en muchas de las decisiones de Escobar. Estas denuncias le valieron al político ser arrestado, juzgado y encarcelado por su apoyo al Cártel de Medellín.



Alberto Santofimio: figura polémica


Otra que puso una nota de escándalo fue su ex amante, la conductora de televisión, actriz y modelo Virginia Vallejo, quien publicó sus memorias al lado del capo. En declaraciones a la cadena de televisión RCN, Virginia Vallejo denunció, al igual que “Popeye”, que el político Alberto Santofimio fue quien incitó a Escobar a que matara a Luis Carlos Galán, entonces candidato presidencial que encabezaba una cruzada contra los capos de la droga. "Santofimio es un asesino, sólo le faltó apretar el gatillo", señaló Vallejo. Santofimio está siendo procesado por su presunta participación en el asesinato de su rival político Luis Carlos Galán en 1989 por pistoleros del ya fallecido Escobar.



En 2009, el cineasta David Santiago Torres rodó el documental Los Hijos del Dolor. El Génesis, donde realizó entrevistas con el sicario Bayron Arenas “Quesito”, Roberto Escobar (padre de Pablo) y con su hijo Nicolás Escobar. La zona cercana a la Hacienda Nápoles se convirtió en atracción turística; se construyó un hotel de cinco estrellas y se planeó la reconstrucción del lugar, zoológico incluido, ya que recibía más de 50,000 visitantes cada año. El gobierno planeó construir allí un parque ecológico.



Mucha gente afirma que Pablo Escobar Gaviria sigue vivo. Tienen la foto de Escobar entre las de sus hijos y las estampitas de vírgenes y cristos, mientras aguardan la vuelta de su mesías y le rezan ante hornacinas saturadas de velas. Los Tigres del Norte, grupo musical mexicano, le compusieron en homenaje un corrido titulado “Muerte anunciada”, que en su estrofa inicial afirma:

“Era una muerte anunciada
desde que ganó la cima;
puso el mundo de cabeza
el Zar de la Cocaína,
pero cayó en Medellín
don Pablo Escobar Gaviria...”
.



El sicario “Popeye” con su libro de memorias


O, en las propias palabras del capo, pronunciadas ante su lugarteniente poco antes de su muerte: “’Este es el epitafio que quiero para mi tumba: ‘Fui todo lo que quise ser: un bandido’”.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Creerle a Popeye es como creerle a Osama Bin Laden. Sólo lo validan quienes se benefician con sus declaraciones.